Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
¡Desque toqué, señora, vuestra mano
Blanca y desnuda en la brillante fiesta,
En el fiel corazón intento en vano
Los ecos apagar de aquella orquesta!
Del vals asolador la nota impura
Que en sus brazos de llama suspendidos
Rauda os llevaba -al corazón sin cura,
RepÃtenla amorosos mis oÃdos.
Y cuanto acorde vago y murmurio
Ofrece al alma audaz la tierra bella,
FÃngelos el espÃritu sombrÃo-
Tenue cambiante de la nota aquella.
¡Oigola sin cesar! Al brillo, ciego,
En mi torno la miro vagorosa
Mover con lento son alas de fuego
Y mi frente a ceñir tenderse ansiosa.
¡Oh! mi trémula mano bien sabrÃa
Al aire hurtar la alada nota hirviente
Y, con arte de dulce hechicerÃa,
Colgando adelfas a la copa ardiente,
En mis sedientos brazos desmayada
Daros, señora, matador perfume:
Mas yo apuro la copa envenenada
Y en mà acaba el amor que me consume.
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