Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Apartado de ti surco los mares,
¡oh cándida mujer!
Triste vÃctima he sido en tus altares,
¿y mÃa no has de ser?
¡Qué terrible en sus tétricos horrores
se muestra el mar, mi bien!
Pues yo temo más que sus rigores,
tu enfado o tu desdén.
El bramido de recios vendavales
no me intimida a mÃ;
no temo todo el peso de los males;
tu olvido, hermosa, sÃ.
Tú, sobre leves plumas reclinada
no sientes aflicción;
sostiene mi cabeza acalorada
la dura tablazón.
Si de volverte a ver tengo el consuelo,
te juro, por mi fe,
que tú serás mis glorias y mi cielo,
y al mar no volveré.
Si Dios me da que pueda coronarte
la sien de albo jazmÃn,
y un ósculo tomar al despertarte
del labio de carmÃn;
que en cambio de una lágrima muy pura
me des tus alegrÃas,
y cubras con un velo de ventura
mis noches y mis dÃas,
jamás será que fÃe en la bonanza
del mar y sus arenas,
ni cuelgue el sutil lienzo de esperanza
de débiles antenas.
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