Rosa maría zapata
Poema publicado el 28 de Julio de 2010
Rosa María era mi “nana”;
me recibió
cuando me paría mi madre
allá en Selva Oscura
mi pueblo natal.
Era una mocetona morena
con sus dientes
blancos como la nieve;
me acurrucaba
en sus brazos enormes,
y me cantaba canciones
de terciopelo.
Mi crió hasta los 5 años.
y como era madre
de un niño como yo,
sus pechos
fueron también para mí,
el manantial
sublime,
que desde sus negros
pezones,
saciaron mi hambre
y mi sed.
Yo me sentía en su regazo
mecido con dulzura,
con cariño,
con amor.
No recuerdo bien sus canciones;
pero eran un concierto
en auroras sutiles...
y sus manos,
eran en mi pelo incipiente,
un peine celestial
que acariciaba...
Yo me sentía feliz
en sus brazos;
y cuando no estaba,
su ausencia laceraba
mi alma de niño inocente...
Un día se fue
a formar otra vida;
Como pude corrí
para alcanzarla...
mas,
mis pequeños brazos
y mi inseguro caminar
no fueron suficientes;
tampoco mis gritos
ni mi llanto...
El tren que venía
de Lonquimay
para llevársela,
fue inmisericorde:
Ni siquiera se abrió
una ventana
para vivir su adiós.
Dónde estará?
habidas cuentas,
en algún lugar del mundo
ya la tierra habrá succionado
sus pechos maternales
para siempre...
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Poema publicado el 28 de Julio de 2010
Rosa María era mi “nana”;
me recibió
cuando me paría mi madre
allá en Selva Oscura
mi pueblo natal.
Era una mocetona morena
con sus dientes
blancos como la nieve;
me acurrucaba
en sus brazos enormes,
y me cantaba canciones
de terciopelo.
Mi crió hasta los 5 años.
y como era madre
de un niño como yo,
sus pechos
fueron también para mí,
el manantial
sublime,
que desde sus negros
pezones,
saciaron mi hambre
y mi sed.
Yo me sentía en su regazo
mecido con dulzura,
con cariño,
con amor.
No recuerdo bien sus canciones;
pero eran un concierto
en auroras sutiles...
y sus manos,
eran en mi pelo incipiente,
un peine celestial
que acariciaba...
Yo me sentía feliz
en sus brazos;
y cuando no estaba,
su ausencia laceraba
mi alma de niño inocente...
Un día se fue
a formar otra vida;
Como pude corrí
para alcanzarla...
mas,
mis pequeños brazos
y mi inseguro caminar
no fueron suficientes;
tampoco mis gritos
ni mi llanto...
El tren que venía
de Lonquimay
para llevársela,
fue inmisericorde:
Ni siquiera se abrió
una ventana
para vivir su adiós.
Dónde estará?
habidas cuentas,
en algún lugar del mundo
ya la tierra habrá succionado
sus pechos maternales
para siempre...
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