Los muchachos
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Homenaje a Porfirio Barba-Jacob
Me veo precisado a repetirlo
una vez más: mis solos compañeros
de ruta y lecho: jóvenes que fuisteis
mi tentación más firme y el encanto
de mi flaqueza. Debo repetirlo
por última verdad: os amé a todos
cual si fuerais el mismo y el distinto
que cada vez mostrábase a la vista
como un primaveral brotar de nuevo:
fuisteis David, Tobeyo, Albano, Cinthio,
y aquél que no durmió nunca en mis brazos
pero supo decirme como nadie
que me querÃa. Espectros redentores
de mi corporeidad, númenes vivos
de mi pasión, tormentas fugitivas
de mi buen tiempo. Chicos azarosos
que con vuestras muchachas e inquietudes
cumplÃais vuestro sino dando el pecho
a toda adversidad y pregonando
la frágil dicha, el sueño interrumpido,
lo duro que es vivir aun siendo joven
y la mucha energÃa que se gasta
en tratos baladÃes. Pero entonces,
como quien oye a Dios o algún maestro
que suele aparentar su misma calma,
venÃais a buscar en mi clemencia
el resplandor difuso de mi sombra
rodeada de sol como un gran árbol
que nos acoge en sà y que nos preserva
de no sabemos qué, muchachos mÃos,
de no sabemos qué. ¡Qué más quisiera
que haberos preservado eternamente
de vuestra soledad originaria,
de vuestro desconcierto! Nunca pude
sino disimular mi limitada
zona de luz, lo poco que tenÃa,
para que sustentáramos unidos
esta gravitación de la existencia.
Pero os he sido fiel y eso me salva.
Estaban bien dispuestos los altares
en los que colocaba cada noche
vuestra imagen triunfal con su avecilla
de temblorosa luz. y aun cuando a veces
la soledad rociaba con ausencias
mi corazón, presagios eran siempre
de una nueva deidad que se avecina,
y pronto dibujábase en la mente
un inédito rostro que aportaba
con el sueño pasado la extrañeza
de un nuevo amanecer: constancias mÃas
de la cambiante forma que me disteis.
Asà quiero que conste en mis palabras
lo que es verdad y nadie desvarÃe
cuando quiere emplear la suficiencia
y hablar de lo que ignora. Sólo sabe
quién es quien se hace dueño de sà mismo.
Yo soy quien os amó. Vosotros fuisteis
los órganos florales de mi suerte.
y ahora que ya no estoy sobre la tierra
y que en hombres vosotros convertidos
añoráis algún dÃa la fragancia
de lo que se extinguió, sabedme siempre, I
dispuesto a recrear no importa dónde, !
no importa con qué nuevo compañero,
la evanescente forma prohibida,
este inútil contacto perdurable
que fue mi meta.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Homenaje a Porfirio Barba-Jacob
Me veo precisado a repetirlo
una vez más: mis solos compañeros
de ruta y lecho: jóvenes que fuisteis
mi tentación más firme y el encanto
de mi flaqueza. Debo repetirlo
por última verdad: os amé a todos
cual si fuerais el mismo y el distinto
que cada vez mostrábase a la vista
como un primaveral brotar de nuevo:
fuisteis David, Tobeyo, Albano, Cinthio,
y aquél que no durmió nunca en mis brazos
pero supo decirme como nadie
que me querÃa. Espectros redentores
de mi corporeidad, númenes vivos
de mi pasión, tormentas fugitivas
de mi buen tiempo. Chicos azarosos
que con vuestras muchachas e inquietudes
cumplÃais vuestro sino dando el pecho
a toda adversidad y pregonando
la frágil dicha, el sueño interrumpido,
lo duro que es vivir aun siendo joven
y la mucha energÃa que se gasta
en tratos baladÃes. Pero entonces,
como quien oye a Dios o algún maestro
que suele aparentar su misma calma,
venÃais a buscar en mi clemencia
el resplandor difuso de mi sombra
rodeada de sol como un gran árbol
que nos acoge en sà y que nos preserva
de no sabemos qué, muchachos mÃos,
de no sabemos qué. ¡Qué más quisiera
que haberos preservado eternamente
de vuestra soledad originaria,
de vuestro desconcierto! Nunca pude
sino disimular mi limitada
zona de luz, lo poco que tenÃa,
para que sustentáramos unidos
esta gravitación de la existencia.
Pero os he sido fiel y eso me salva.
Estaban bien dispuestos los altares
en los que colocaba cada noche
vuestra imagen triunfal con su avecilla
de temblorosa luz. y aun cuando a veces
la soledad rociaba con ausencias
mi corazón, presagios eran siempre
de una nueva deidad que se avecina,
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de lo que se extinguió, sabedme siempre, I
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la evanescente forma prohibida,
este inútil contacto perdurable
que fue mi meta.
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Infantiles
Perdón
Religiosos
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