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Lapidado - Poemas de JUANDEMARO QUERALES



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Lapidado
Poema publicado el 15 de Noviembre de 2008

I

Quiero comenzar
echando fuegos
Incinerar aún más
la capa desnuda
que como lava fría
sirve de piso
a mi espacio vital
Escondido hueco enceguecedor
que eliminó cualquier vestigio
de representación de un edén
Despierto y le doy cuerda
A mi imaginación que concentra
Miles de vivencias




















II

El edén está situado
en el interior de una cárcel
de altas murallas
rodeada de soldados
con armaduras relucientes
Escudos, adargas, espadas
y catapultas
El loco que habita en mí
ha querido fugarse
por los albañales de la fortaleza































III

Paisajes arrasados
simulan espejos
donde gravitan edades geológicas
como altorrelieves
que son observados desde el atalaya
de mis verdosas colinas



































IV

Me vi en fondo de un río perdido
Un rostro risueño con yelmo
       empenachado
se descompone en millones
       de partículas
que cierran la cuadratura del
       círculo
nieves perpetuas apenas
modifican la frente sudorosa
de aquel paisaje solar
herido por las altas temperaturas






























V

La barcaza de tus captores
te obligan a marchar
por ríos tropicales infestados
de cocodrilos aburridos
anacondas del mismo color
de las aguas
Mujeres de rostros contraídos
ocultan una pena que difícilmente
los cazadores de infieles
podrán borrarlas con cuchillo
soga y violación






























VI

Los misterios de mi pequeño mundo
los amplía las rozaduras
que le hacen cada nuevo forastero
desesperado por dialogar y viajar
a remotos confines
por donde deambulan
cruzados de las órdenes del temple
los hermanos del santo sepulcro
y la hermandad teutona
































VII

Hoy  te canto Inés de Hinojosa
con la autoridad suprema
que me da la cercanía
de mis orígenes
De aquella ciudad castiza
recién fundada de casas
de tapia y encaladas
con olores de plantas y animales
vivos y resinas perfumadas
que trazaron tu destino
Allí sacrificaste a Don Pedro de Ávila
tu primer marido
varios estoques clavados en el
pecho lo despacharon sobre
tus empedradas calles
Carora ciudad pecadora
condenada un siglo después
por monseñor Mariano Martí
Jorge Voto bailarín y asesino
apuesto y gentil hombre
cobraste el crimen gozando
el cuerpo perfecto
de la viuda ardiente


















VIII

Inés y Juana
pájaros heridos
y fulminados después
Lunas acuosas
que apenas iluminan sus pieles
brotadas de fuego
El árbol del que cuelga Inés
será talado y aserrado
para convertirlo en arquitrabe
y columnas de la iglesia
de San Juan y llayas
de San Dionisio





























IX

Juanita de Hinojosa
se refugia en cráteres
que fueron antiguas moradas
de grandes paquidermos
adormilados en urnas de
cristal con leyendas rubricadas
con la ayuda de una vieja
rémington
Hetaira meda
con ropas de seda y muselina
gimes sin disimular
mientras un borracho
con falo enhiesto penetra
tus carnes sin mediar palabra



























X

A mi padre en su memoria
después de convertido en polvo
cósmico -héroe- poco historiado
conjunto de guerrero y ópalo
sin cara decorada con achiote
blandiendo una hacha de piedra
Venado, serpiente, pájaro
de variados colores y música
de conservatorio
La greda y el semen
fundaron una raza
para ser cazados y disecar
sus cabezas para que sirvan
de percheros



























XI

Al abuelo enigmático
guerrero de la secta secreta
de Hassam el medo su cuchilla
ex-calibea no conoció
reparo para cortar vidas
Aves neutralizadas al sólo
pestañar sobre el árbol venenoso
que se adorna con flores blancas
de las que chorrea una resina
que se pega a la piel y cauteriza
dejando una cavidad podrida
donde la escama marrón
traza una línea fronteriza con los
leucocitos



























XII

En una playa de arenas cálidas
jóvenes guerreros muestran sus
coronas emplumadas de variados
colores
Una hecatombe borró
miradas de gavilán y el
cristofué, también de la cotorra
y el jaguar que por ese motivo
cesanteó su mandíbula
fatal
Como cualquier pareja edénica
necesité mi propio barro





























XIII

Mi padre como cualquier rabí
le sacó a mi madre siete demonios
purificada la novia-viuda
vivió en su propio huerto de los olivos
con cayenas, olivos machos, cujíes
semerucos y ceibas
La rutina de la hortelana
se había acostumbrado a la luz
opaca, la humedad, la fragancia
de los bosques y los miles de seres vivos
de ésta vía láctea






























XIV

Guerrero descastado
que recorrió los puertos del oriente
       próximo
haciendo votos de castidad
pobreza y obediencia, monje
soldado que sólo
quería ser enterrado dentro de las
murallas de la Jerusalén cristiana

































XV

Los muros destripados de la muralla
la docena de cadáveres diseminados
en todas direcciones, espectáculo
reservado al gran saladino de
Egipto. Distante orbe de
dualistas náufragos en orillas
distantes de mares sin albatros


































XVI

Perro olisqueador de sexos
sólo un serrallo transportado
por caravanas cubiertas de vistosas
telas, acompañan a Alejandro
en su expedición a la India




































XVII

Intruso de habitaciones sin ventana
sin cerraduras y menos de llaves
Demonio lúbrico que eyecta
       semen
al menor roce




































XVIII

Reo de una vieja cuidadora
de la memoria hierofónica de una
antigua creencia
       Sacerdotes
e iniciados en contacto con
zoroastristas de Persia, copulan
a gatos negros, se masturban
sobre un crucifijo y adornan
una cabeza sobre una bandeja
































TENDIDA DE MANO

XIX

Ave que enmudece
como producto de un rayo
pulverizador. Las noches
cayeron sin esperarlas
durante veinticuatro años
clima polar que acabó
con la vida, sólo cenizas
y cuerpos congelados































XX

El milenarismo frecuente
nos enturbia la vida
una y otra vez
Cuerpo aterido busca
calentarse en una aparente
hoguera en el centro de un
vasto mundo, sin insectos
y sin grandes aves

































XXI

La montaña aparece en la
mañana, con el clarear del día
a mediodía se dispersa en el
océano de arena, la tierra
trae su marea de pinzas
y patas que sube a la superficie
desde la corteza cavernosa


































XXII

La ciudad se pierde en múltiples
luces, a lo lejos asemeja
una montaña de cristales
en roce permanente
Homo sapiens herido
se embriaga como bestia
de los primeros días
Vendrán los días en que
una lluvia de polvo y ceniza
tapice este cielo































XXIII

La isla de Fernando Po
o isla de Bioco sorprende
por la negrura de su selva
El volcán presencia cómo
bestia prehistórica de aquellos
nubios del Cantar de los Cantares
Carlitos Bacale no vino
a América con cepo y engrillado
Raza de ébano que enciende
velas durante el día sin
motivos aparente para no
apagarse mientras tanto
las fastidiosas moscas sopetean
unos panes expuestos al desesperante
calor húmedo










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