ConfesiÓn en negro
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Ahora puedo decir: esto era
la mayor parte de la vida. Lamento
sin embargo, aunque no
con excesiva pena,
no haber tenido nunca un dormitorio,
aunque por otra parte,
qué podÃa yo hacer con tantos muebles
y con tanta madera arrebatada
a aquellas tierras en donde nació...
Fue roja mi primera cama.
TenÃa una plaquita, de San José y el Niño,
en el pequeño cabezal.
Recuerdo todavÃa
a los mayores discutiendo
que su compra era urgente pues la niña
no cabÃa en la cuna.
Fué peor
no acceder a los libros que, mudos, me llamaban
porque venÃan y se iban
más lejos cada vez. Igual que mis amigos,
que mis casas, que las viejas butacas,
que los paisajes encontrados.
Quién sabe todavÃa
en qué casa, en qué cuarto moriré.
Sin embargo, me alegro
de haber tenido, en USA, tres objetos: la boina
de hielo del dolor
de cabeza, el teléfono blanco
-en mi tierra eran negros-
de Mirna Loy, y haber averiguado
lo que desayunaban, en altas copas cristalinas,
las heroinas y los héroes
del cine. Eran pomelos: esa fruta
cuyo amargor no puedo soportar.
¿Y del amor? Punto y aparte.
Los quise. Me quisieron:
todos fueron mis gatos. Y hubo también tres perros.
Lo sé: no ha sido tan terrible.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Ahora puedo decir: esto era
la mayor parte de la vida. Lamento
sin embargo, aunque no
con excesiva pena,
no haber tenido nunca un dormitorio,
aunque por otra parte,
qué podÃa yo hacer con tantos muebles
y con tanta madera arrebatada
a aquellas tierras en donde nació...
Fue roja mi primera cama.
TenÃa una plaquita, de San José y el Niño,
en el pequeño cabezal.
Recuerdo todavÃa
a los mayores discutiendo
que su compra era urgente pues la niña
no cabÃa en la cuna.
Fué peor
no acceder a los libros que, mudos, me llamaban
porque venÃan y se iban
más lejos cada vez. Igual que mis amigos,
que mis casas, que las viejas butacas,
que los paisajes encontrados.
Quién sabe todavÃa
en qué casa, en qué cuarto moriré.
Sin embargo, me alegro
de haber tenido, en USA, tres objetos: la boina
de hielo del dolor
de cabeza, el teléfono blanco
-en mi tierra eran negros-
de Mirna Loy, y haber averiguado
lo que desayunaban, en altas copas cristalinas,
las heroinas y los héroes
del cine. Eran pomelos: esa fruta
cuyo amargor no puedo soportar.
¿Y del amor? Punto y aparte.
Los quise. Me quisieron:
todos fueron mis gatos. Y hubo también tres perros.
Lo sé: no ha sido tan terrible.
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Poemas de San ValentÃn o
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Poemas de Navidad
Poemas de Halloween
Infantiles
Perdón
Religiosos
Tristeza y Dolor
Desamor
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