Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
(Vida y mujer en hebreo, y en inglés, vÃspera)
A Mercedes, por el hilo que la une al secreto
Porque hiciste mi gesto eterno supe
que eras la muerte: porque ella sólo podÃa
amarme si no habÃa
hombres para mÃ, vivos:
sólo ella podÃa amarme:
y supe también que tú eras
la muerte, y que me amabas.
El rostro de la Humanidad era
para mà el de nadie: como para ella,
como para ti: eres negra y no quieres
nada de lo que vive y no sabe
hasta morir que te desea.
Y vi a través de ti, cómo surgÃan
y surgen cabezas de la tierra helada:
cabezas, yelmos, corazas, espadas
es el fruto que cosecha la tierra en este a ño
que tanto recuerda al Último, al siguiente,
y me amaste porque yo lo veÃa, porque
veÃa crecer ya en el huerto el fruto
monstruoso que incorporaba en sÃ
todo dolor e injusticia y desastre
y me dijiste: «He aquà mi primer hijo
yo que nada sabÃa del ridÃculo gesto
de nacer» y agregaste:
«Este reirá de todo,
y lo encenagará todo con
el veneno de su risa mortal:
cuando no haya nadie
que recuerde cómo se reÃa, este reirá»
Y te reÃste de mÃ, como mi madre
al ver que yo habÃa nacido de ella.
Tan inmenso
era el frÃo en las ciudades
que algunos sabÃan que no era locura
ni es, creer que caerán sobre mÃ
o seré yo el que caiga al morir sobre tu cuerpo.
Pero en el frÃo crecÃan
seguÃan creciendo -la peor de las alfombras de césped
los huesos y la carne de los soldados
que crecÃan sobre la tierra helada. Y me dijiste
«ellos no tendrán miedo, porque están
muertos, lo mismo que tú que me amas,
a mà que soy negra
como la vida e hice una piedra de tu gesto»
Y los muertos brotaban sobre la tierra húmeda
-cabezas, yelmos, corazas y espadas
porque la Muerte se habÃa hecho vida.
Y pregunté
-te pregunté entonces-: «Será mi alma buen
alimento para perros?»
Y contestaste: «no esperes
que ella sirva para otra cosa: aquella
fue creada
y pensada lo mismo que tu cuerpo y huesos para
nutrición de los perros finales -lo mismo
que tu palabra. «Y ¿nada he de esperar?» «Nada»
Y vi como espadas y corazas y yelmos
surgÃan sobre el campo más yermo.
Y me olvidé.
"Narciso en el acorde último de las flautas" 1979
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