Circunstancias imprecisas
Poema publicado el 26 de Julio de 2010
CIRCUNSTANCIAS IMPRECISAS
No sé. He de pensar. He de pasarme la tarde entera aquí pensando sin que el carnaval me guiñe el ojo, sin que los versos no escritos de los niños me cubran de polvo. He de aullar como aúllan algunos gatos. Me río porque oigo la risa de un payaso triste que está pegado a la pared. Sólo existe para reír. Le doy cuerda a una caja de música que tiene trece monedas dentro. La abro. La frágil bailarina surge. Gira subida al pódium. No puede pensar. Carece de circunstancias, pero existe para que el imán la atraiga hacia sí fríamente y ella pueda girar y girar suavemente fría, sin poder arrancarle las entrañas a la sutil música. Parece como si un mundo estuviese dentro de otro mundo, y éste, a su vez, dentro de otro... La ventana está abierta. Fuera, hay otro mundo que compra comida para sus gatos. Leo el cartel luminoso de la plaza: “Vive en carnaval”. Son circunstancias del mundo o del carnaval. Todos seríamos entonces circunstancias a medio concluir; nadie está dispuesto a pregonar: “Me moriré mañana, viernes; he de poner fin a mis circunstancias”.
Cierro los ojos, pero dentro veo que el verbo vivir aparece tachado; síntoma de miopía o de embriaguez, o de atroces claridades que no quiero ver. Los abro. A una niña se le escapa su mariposa y ésta pasa un instante después (sólo un mínimo instante) delante de mi ventana. Es..., era un globo con forma de animal, no una mariposa. (Los insectos tienen sus instantes de gloria: son capaces de llegar al cielo y ni siquiera rozarlo.)
El cielo. La fisura que se acaba de abrir en el cielo. Y yo aquí saliendo por la ventana para no tener que pensar, etcétera...
Del libro "Sueños de qué mundo"
Ediciones La Palma
Madrid
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Poema publicado el 26 de Julio de 2010
CIRCUNSTANCIAS IMPRECISAS
No sé. He de pensar. He de pasarme la tarde entera aquí pensando sin que el carnaval me guiñe el ojo, sin que los versos no escritos de los niños me cubran de polvo. He de aullar como aúllan algunos gatos. Me río porque oigo la risa de un payaso triste que está pegado a la pared. Sólo existe para reír. Le doy cuerda a una caja de música que tiene trece monedas dentro. La abro. La frágil bailarina surge. Gira subida al pódium. No puede pensar. Carece de circunstancias, pero existe para que el imán la atraiga hacia sí fríamente y ella pueda girar y girar suavemente fría, sin poder arrancarle las entrañas a la sutil música. Parece como si un mundo estuviese dentro de otro mundo, y éste, a su vez, dentro de otro... La ventana está abierta. Fuera, hay otro mundo que compra comida para sus gatos. Leo el cartel luminoso de la plaza: “Vive en carnaval”. Son circunstancias del mundo o del carnaval. Todos seríamos entonces circunstancias a medio concluir; nadie está dispuesto a pregonar: “Me moriré mañana, viernes; he de poner fin a mis circunstancias”.
Cierro los ojos, pero dentro veo que el verbo vivir aparece tachado; síntoma de miopía o de embriaguez, o de atroces claridades que no quiero ver. Los abro. A una niña se le escapa su mariposa y ésta pasa un instante después (sólo un mínimo instante) delante de mi ventana. Es..., era un globo con forma de animal, no una mariposa. (Los insectos tienen sus instantes de gloria: son capaces de llegar al cielo y ni siquiera rozarlo.)
El cielo. La fisura que se acaba de abrir en el cielo. Y yo aquí saliendo por la ventana para no tener que pensar, etcétera...
Del libro "Sueños de qué mundo"
Ediciones La Palma
Madrid
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