Se llama tierra
Poema publicado el 26 de Julio de 2010
Se llama tierra y alguna vez amor o turbiedad.
Entonces, tierra, arañada por los gatos, deja que te aúlle, que te especule o que te reflexione; que te pierda turbia y que te recupere posible y transparente; a ratos, huida y breve y no menos casual que un arrebato.
Desvaríame con la labia de la noche, despiértame y déjame entrar a tu sueño prohibido: primero los poetas, algunos más, y después el yo que detrás de mí se esconde. Escríbeme con tu nombre de espacio y acontéceme en un pretérito mar o en un devenir de árbol. Acontéceme sí, en el pubis fingido de los montes que reverdecen siempre y que ceniza de un futuro fuego serán y otra vez hierba y nido de canarios y principio de un canto y también final.
Aquí y allí, tierra, acontéceme, sí..., en el inexhausto mar.
¿Acaso ese monte no admite la niebla, la incertidumbre, la mera sucesión de instantes? ¿Acaso en ese mar no pueden ondear a la deriva más balsas? No idea fija; idea vaivén..., sí, como una isla... Acontéceme. Como una isla, sí...
(No es el silencio lo que se oye; es la mudez total.) Ah, cierras con llave, no admites en tu alma la simplicidad.
Tierra, he de perder una vez más la serenidad; no puedo reprimir un instante de cólera; no ahora, más adelante pediré disculpas.
Mientras tanto, deja que te desvanezca del mundo –bastarda de un cielo imposible– merecidamente concluida, como un enigma fatal escrito con carbón de leña, fácil de borrar.
Te contemplo ahora, tierra, tan negada, tan nada y tan deshecha y siento ganas de darle una patada a lo que queda de tu redondez perfecta. Sólo me dolerían las aureolas desgastadas de tus insobornables geranios rojos.
(PD: Ah, tierra, en esta balanza de los sueños, pesa más el pensamiento del mar –color, sonido, forma, etcétera...– que el título de eternidad que otorga al ser humano la ignorancia.)
Del libro "Sueños de qué mundo"
Ediciones La Palma
Madrid
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Poema publicado el 26 de Julio de 2010
Se llama tierra y alguna vez amor o turbiedad.
Entonces, tierra, arañada por los gatos, deja que te aúlle, que te especule o que te reflexione; que te pierda turbia y que te recupere posible y transparente; a ratos, huida y breve y no menos casual que un arrebato.
Desvaríame con la labia de la noche, despiértame y déjame entrar a tu sueño prohibido: primero los poetas, algunos más, y después el yo que detrás de mí se esconde. Escríbeme con tu nombre de espacio y acontéceme en un pretérito mar o en un devenir de árbol. Acontéceme sí, en el pubis fingido de los montes que reverdecen siempre y que ceniza de un futuro fuego serán y otra vez hierba y nido de canarios y principio de un canto y también final.
Aquí y allí, tierra, acontéceme, sí..., en el inexhausto mar.
¿Acaso ese monte no admite la niebla, la incertidumbre, la mera sucesión de instantes? ¿Acaso en ese mar no pueden ondear a la deriva más balsas? No idea fija; idea vaivén..., sí, como una isla... Acontéceme. Como una isla, sí...
(No es el silencio lo que se oye; es la mudez total.) Ah, cierras con llave, no admites en tu alma la simplicidad.
Tierra, he de perder una vez más la serenidad; no puedo reprimir un instante de cólera; no ahora, más adelante pediré disculpas.
Mientras tanto, deja que te desvanezca del mundo –bastarda de un cielo imposible– merecidamente concluida, como un enigma fatal escrito con carbón de leña, fácil de borrar.
Te contemplo ahora, tierra, tan negada, tan nada y tan deshecha y siento ganas de darle una patada a lo que queda de tu redondez perfecta. Sólo me dolerían las aureolas desgastadas de tus insobornables geranios rojos.
(PD: Ah, tierra, en esta balanza de los sueños, pesa más el pensamiento del mar –color, sonido, forma, etcétera...– que el título de eternidad que otorga al ser humano la ignorancia.)
Del libro "Sueños de qué mundo"
Ediciones La Palma
Madrid
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