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Mas no demores tanto - Poemas de LUCILA NOGUEIRA



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Mas no demores tanto
Poema publicado el 05 de Febrero de 2009

El cuerpo - dicen –ya no será más el mismo
en su reflejo exterior,
mas algo se diga de las cavernas fosforescentes
que navegan el hambre del demonio
en la hora de su resplandor


Mira mi cuerpo antiguo en la curva del chafariz o al timón del navío.
Yo soy un pájaro nocturno perturbado.
Yo te ofrezco mis senos muy blancos
en una escalera secreta del mar Caspio.


Alguien habló de un modo descuidado
y las gárgolas de Nôtre Dame
contornaron los pezones
como breves y clandestinos fuegos fatuos.


El cuerpo - dicen –ya no será el mismo,
desesperadamente yo te deseo
mientras navego rocas subterráneas
a la orilla de la consciencia humana
y la raja de la atmósfera interfiere en la raya luminosa
justo en el centro de la pantalla del televisor que se rompió.


Porque en aquel tiempo
el amor era como un príncipe ebrio
y forzosamente hindú
él era como la voz ronca de Dionisio
haciendo sonar las teclas del piano austriaco
abandonado en la pasarela roja
de un carnaval de plumas en la calle de Buen Jesús.

 
Salí por el embarcadero embriagada
arrastrando candelabros escarlatas
en el río de letreros luminosos
mientras la lluvia golpeaba el pico duro de aquellos senos
ardiendo siempre de tanto amor.
Todos estaban demás y no lo sabían
mas cuando tú me agarraste fuerte yo me sorprendí tímida
y hasta hoy he huido entre palmeras
por las carreteras líquidas del vino y del neón.

Digo que continúa urgente la ilusión de ese momento
acometido de inenarrables confesiones.
Utopía presa en el cartílago húmedo,
cuando tu boca recubra el seno
seremos entonces las dos otras caras
de una misma única posesión,
como una historia pegada en la otra
mientras se lame el lacre de la carta escrita en la infancia
que un agua súbitamente tibia casi borró.

     
Como decir, sin extrañarte: recúsame
que la dama desnuda al teléfono puede estar en trance
al que tanto aspiras bajo el rojo de las linternas
mientras la lluvia cubre los tejados a la orilla del mar.
Todo ahora se tornó tan urgente
que duele la espera inmemorial de las muñecas
sobre la madera oscura
inmóviles mas no inertes
aguardando su número de magia
rompiendo la banalidad de los noticiarios de la televisión.

 
La blusa de satén verde tiene un escote de princesa judía
asesinada desnuda en un campo de concentración.
Espléndido violinista, nos vamos enloqueciendo lentamente.
La blusa de satén verde deja entrever la parte muerta de la carne blanca
bajo la luz del globo fosforescente
girando sobre los bailarines
mañana invisibles del bar Royal.


Cierra los ojos y piensa lo que quieres
mientras las manos y las bocas cumplen recorridos de espejismos desérticos,
mientras yo toco nuevamente
mi piano austríaco en la calzada del embarcadero
y el mar casi revienta las ventanas dalinianas del Almacén XIV.


Porque el espíritu ha de ser siempre el mismo
yo desafío tu preferencia
y la blusa de satén verde sin mi cuerpo dentro
tiene aún un océano de lentejuelas
reflejando la vibración de la piel
que por algunos momentos la habitó.
Dragón gigante
lengua demoníaca
unión clandestina
avieso encantamiento
abismo volcánico
donde la partitura se deshizo en notas  cubriendo la pauta
que guía el violoncelista al Palacio de Cristal.


Cierra los ojos y bésame de modo frágil
porque todo se volvió más urgente
desde el Museo Serralves y los dibujos rosa del mármol
revelan caminos recifenses de la piel emparedada
soñando el éxtasis de la resurrección.


Tu mirada tiene el mismo brillo de un lanzador de cuchillos
mientras giro en la rueda sobre mí misma
dramáticamente presa en  las cuerdas
bajo el sonido de Tchaikovski en la Obertura 1812.


Tu mirada es como una campana milenariamente gigante
rondando las terrazas de la Regua hasta las aceras de Copacabana
tu mirada es como un barco vikingo pidiendo ensenada
desde los cocoteros de Recife hasta los verdes pinos gallegos
que dieron sombra al romance de mis bisabuelos.


Sé que has de venir bajo la nieve  enlunada
conduciendo linterna en el pescuezo del caballo blanco
y me tomarás al galope en tu capa de terciopelo oscuro
mientras en el circo abandonado la trapecista continuará durmiendo
completamente desnuda
en la jaula de los leones.


Sé que has de venir ferozmente hechizado
en ese rapto anunciado para cruzar las aguas desde el Capibaribe al Duero
y bailaremos bajo la luz de un candelabro de siete brazos
hasta que el sol seque las siete faldas       
quitadas bajo el sonido de siete violines
durante las siete noches de encantamiento.


Mas no demores tanto.
Que amar es el arte
de hacerse presente
y todo aquello que necesitamos
es de poesía
locura y énfasis
en el acto heroico de reabrir las puertas
de la carne mansa que se equivocó.


Que el cuerpo - dicen –ya no será el mismo
y lo que era asedio puede robustecerse en la fuga
y hasta nosotros – dicen – no seremos los mismos
en el extraño instante de rayo láser
en que llegar sin aviso
el placer de la mañana


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