Viajera
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Duendecilla encantada, surgida de los bosques
y el ayer:
me invitas a la fuga. Tenemos que viajar. No importa
a dónde sea.
En el vagar hay ansiedad, a veces miel... y siempre espera.
Tuya la miel y la ansiedad. Y yo la espera y el temblor.
Déjame que sueñe, duendecilla: llegarÃas de incógnita
viajera
como surgida de algún rincón de ala transparente
con tu pasaporte sellado de carmÃn, huellas
de soledad... y ojeras.
Y tu equipaje de pesadumbre y caricias inéditas.
Si pudieras viajar hasta mà de polizón entre los vientos,
te esperarÃa, siempre te esperarÃa con las venas alzadas,
al final de algún banco prohibido de ostras celestiales
como huérfano huracán en busca de su vértice y su aya.
LlegarÃas vestida con el salobre raso de tus poros,
a proa el agresivo andamio de tus senos (¡Ah
suave territoriol)
mientras que del andar de tus caderas somnolientas
desearan los querubes imitar sones, hélices y piruetas.
Viajera eterna. Inconforme quelonia. Luciérnaga andariega.
Te esperaré, siempre te esperaré con el ancla levada.
AllÃ, en la bahÃa escondida de nuestro firmamento.
No me dejes tan solo ni tardes en tu viaje. Ven a nuestra
nube parcelada.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Duendecilla encantada, surgida de los bosques
y el ayer:
me invitas a la fuga. Tenemos que viajar. No importa
a dónde sea.
En el vagar hay ansiedad, a veces miel... y siempre espera.
Tuya la miel y la ansiedad. Y yo la espera y el temblor.
Déjame que sueñe, duendecilla: llegarÃas de incógnita
viajera
como surgida de algún rincón de ala transparente
con tu pasaporte sellado de carmÃn, huellas
de soledad... y ojeras.
Y tu equipaje de pesadumbre y caricias inéditas.
Si pudieras viajar hasta mà de polizón entre los vientos,
te esperarÃa, siempre te esperarÃa con las venas alzadas,
al final de algún banco prohibido de ostras celestiales
como huérfano huracán en busca de su vértice y su aya.
LlegarÃas vestida con el salobre raso de tus poros,
a proa el agresivo andamio de tus senos (¡Ah
suave territoriol)
mientras que del andar de tus caderas somnolientas
desearan los querubes imitar sones, hélices y piruetas.
Viajera eterna. Inconforme quelonia. Luciérnaga andariega.
Te esperaré, siempre te esperaré con el ancla levada.
AllÃ, en la bahÃa escondida de nuestro firmamento.
No me dejes tan solo ni tardes en tu viaje. Ven a nuestra
nube parcelada.
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