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Iv. jamás de tu alma conocerás el viaje - Poemas de Marguerite Yourcenar



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Iv. jamás de tu alma conocerás el viaje
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008


Comenzado en mi alma al despuntar el día;
Ni el tiempo, ni el amor, ni la edad, ni el paisaje
Borrarán tu huella grabada con la mía.
              
No sabrás que tiene tu rostro la belleza,
Que el mundo por tu azul dulzura resplandece,
Que la transparencia del lago en la maleza
Refleja tu mirar donde el sol amanece.
              
Nunca jamás sabrás que eres en mi mano
El oro del farol sobre el andar del mar;
Que tu lejana voz se mueve en mi cantar,
              
Que tu antorcha, tu luz y resplandor arcano
Me indican el dulce sendero de vivir
Juntos, en una sola sombra de seguir
              
V. La estrella      centelleante es del ciprés la fruta
Balanceando la noche lenta del verano;
La vida en sus velos desnuda por su ruta
Despliega tu esplendor cada vez más cercano.
              
Tu amor y mi amor, nuestros cuerpos y el latido,
Serán nuevamente diversa infinidad;
La araña constante extiende su tejido
Y el universo atroz teje la eternidad.
              
El mar sin mañana nos trae a la ribera,
Nos lleva debajo de una puerta soñera;
En todo morirnos, en todo renacemos,
              
Pero en el corazón de sed desconocida
Amor y esperanza imaginan que vemos
De aquella muerte el astro engendrar esta vida.
              
VI. La miel de las cosas al      fondo inalterable
Es deseo, dolor y es remordimiento;
Alambique sin fin donde el tiempo incansable
Destila del día o la noche el movimiento.
              
Comienza a madurar otra vez el rumor ,
La misma nota vibra en distintos sonidos;
No se puede cortar del perfume la flor
Ni el alma del cuerpo eternamente unidos.
              
El cielo nos retira la escala fugaz,
No verás derramarse el amor por mi faz;
Cada día cerrará la luz que te veía,
              
Cada noche en la noche vendrá progresando,
Como en tus brazos lentamente yo venía,
Para cerrar también lo que se está apagando.
              
VII. Aquí viene en      silencio el espacio del canto
Que puede sin herirte pasar a tu lado;
Dejemos las flores cubrirte con su llanto,
La sonrisa trazar en el rostro el pasado.
              
Cuando la máscara desciende fatigada
Y se deslizan en el lecho los durmientes,
Todos los dedos de la hierba derribada
Quisiera acariciar con mis manos ardientes.
              
Es hacia tu dulzura que va mi sendero.
De este suelo acompasado el jardinero
Del olvido barre el otoño de quererte.
              
El amor inmortal corre en la lejanía
De la sangre, y no turbaré con mi elegía,
La cita infinita de la tierra y la muerte.

              

Versión de Silvia Barón




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