Claros del bosque
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
No me respondes, hermana. He venido ahora a buscarte. Ahora, no tardarás ya mucho en salir de aquÃ. Porque aquà no puedes quedarte. Esto no es tu casa, es sólo la tumba donde te han arropado viva. Y viva no puedes seguir aquÃ; vendrás ya libre, mÃrame, mÃrame, a esta vida en la que yo estoy. Y ahora sÃ, en una tierra nunca vista por nadie, fundaremos la ciudad de los hermanos, la ciudad nueva, donde no habrá ni hijos ni padres. Y los hermanos vendrán a reunirse con nosotros. Nos olvidaremos allà de esta tierra donde siempre hay alguien que manda desde antes, sin saber. Allà acabaremos de nacer, nos dejarán nacer del todo. Yo siempre supe de esa tierra. No la soñé, estuve en ella, moraba en ella contigo, cuando se creÃa ése que yo estaba pensando.
En ella no hay sacrificio, y el amor, hermano, no está cercado por la muerte.
Allà el amor no hay que hacerlo, porque se vive en él. No hay más que amor.
Nadie nace allÃ, es verdad, como aquà de este modo. Allà van los ya nacidos, los salvados del nacimiento y de la muerte. Y ni siquiera hay un Sol; la claridad es perenne. Y las plantas están despiertas, no en su sueño como están aquÃ; se siente lo que sienten. Y uno piensa, sin darse cuenta, sin ir de una cosa a otra, de un pensamiento a otro. Todo pasa dentro de un corazón sin tinieblas. Hay claridad porque ninguna luz deslumbra ni acuchilla, como aquÃ, como ahà fuera.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
No me respondes, hermana. He venido ahora a buscarte. Ahora, no tardarás ya mucho en salir de aquÃ. Porque aquà no puedes quedarte. Esto no es tu casa, es sólo la tumba donde te han arropado viva. Y viva no puedes seguir aquÃ; vendrás ya libre, mÃrame, mÃrame, a esta vida en la que yo estoy. Y ahora sÃ, en una tierra nunca vista por nadie, fundaremos la ciudad de los hermanos, la ciudad nueva, donde no habrá ni hijos ni padres. Y los hermanos vendrán a reunirse con nosotros. Nos olvidaremos allà de esta tierra donde siempre hay alguien que manda desde antes, sin saber. Allà acabaremos de nacer, nos dejarán nacer del todo. Yo siempre supe de esa tierra. No la soñé, estuve en ella, moraba en ella contigo, cuando se creÃa ése que yo estaba pensando.
En ella no hay sacrificio, y el amor, hermano, no está cercado por la muerte.
Allà el amor no hay que hacerlo, porque se vive en él. No hay más que amor.
Nadie nace allÃ, es verdad, como aquà de este modo. Allà van los ya nacidos, los salvados del nacimiento y de la muerte. Y ni siquiera hay un Sol; la claridad es perenne. Y las plantas están despiertas, no en su sueño como están aquÃ; se siente lo que sienten. Y uno piensa, sin darse cuenta, sin ir de una cosa a otra, de un pensamiento a otro. Todo pasa dentro de un corazón sin tinieblas. Hay claridad porque ninguna luz deslumbra ni acuchilla, como aquÃ, como ahà fuera.
Zambrano, M.: "Los hermanos" en La tumba de AntÃgona, Madrid,
Ed. Mondadori, 1989, pp 79-80
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