El señor gonzalez.
Poema publicado el 21 de Noviembre de 2011
El señor GONZALEZ caminaba con la cabeza gacha.
Solo pesar sentía entre pecho y espalda.
Que se le torcían las cosas que él enderezaba.
Y de tanto luchar contra los vientos, éstos no le devolvían nada.
El señor GONZALEZ salía del pueblo,
caminando hacia la acequia donde caía el agua
Fresca, cantarina, como la piel de la que tanto amaba.
Ella había sido todo, todo cuanto él anhelara.
Pero sin darle tiempo a decir nada, la niña bonita,
"mañana se casaba"
Sus padres un buen partido hallaron para la niña de la casa.
Elisa era un lirio fresco como el alba.
El señor GONZALEZ iba recordando mientras desfallecía su alma.
Las manos de ella entre las suyas desmayadas.
Ella miraba de reojo, para que nada pasara.
Que ningún intruso violase ese amor recién nacido,
y tan pequeño como el lunar de su palma.
El señor GONZALEZ con la mano en el bolsillo,
apretaba su guante, su guante de seda blanca.
Ella le miraba con tristeza mientras le explicaba
"que siempre lo querría,
que sin él no habría luceros ni albas..."
Y mientras esto decía,
Elisa, señorita del alma,
algo salió de su pechó, algo color escarlata.
Era un prendedor, solo eso,
lo que dió fin a su amada.
El señor GONZALEZ rezaba, y el frío sudor dela muerte
lo seguía tocándole las espaldas.
El sabía que no habría otro camino,
que dormir hasta encontrarla.
y sin dudarlo, el alfiler de oro de su pañuelo, el de la joven amada.
clavó en su pecho, sin duda ni pausa.
El señor GONZALEZ cayó sobre la tumba donde lo espera
su dueña, doña ELISA del BARCA.
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Poema publicado el 21 de Noviembre de 2011
El señor GONZALEZ caminaba con la cabeza gacha.
Solo pesar sentía entre pecho y espalda.
Que se le torcían las cosas que él enderezaba.
Y de tanto luchar contra los vientos, éstos no le devolvían nada.
El señor GONZALEZ salía del pueblo,
caminando hacia la acequia donde caía el agua
Fresca, cantarina, como la piel de la que tanto amaba.
Ella había sido todo, todo cuanto él anhelara.
Pero sin darle tiempo a decir nada, la niña bonita,
"mañana se casaba"
Sus padres un buen partido hallaron para la niña de la casa.
Elisa era un lirio fresco como el alba.
El señor GONZALEZ iba recordando mientras desfallecía su alma.
Las manos de ella entre las suyas desmayadas.
Ella miraba de reojo, para que nada pasara.
Que ningún intruso violase ese amor recién nacido,
y tan pequeño como el lunar de su palma.
El señor GONZALEZ con la mano en el bolsillo,
apretaba su guante, su guante de seda blanca.
Ella le miraba con tristeza mientras le explicaba
"que siempre lo querría,
que sin él no habría luceros ni albas..."
Y mientras esto decía,
Elisa, señorita del alma,
algo salió de su pechó, algo color escarlata.
Era un prendedor, solo eso,
lo que dió fin a su amada.
El señor GONZALEZ rezaba, y el frío sudor dela muerte
lo seguía tocándole las espaldas.
El sabía que no habría otro camino,
que dormir hasta encontrarla.
y sin dudarlo, el alfiler de oro de su pañuelo, el de la joven amada.
clavó en su pecho, sin duda ni pausa.
El señor GONZALEZ cayó sobre la tumba donde lo espera
su dueña, doña ELISA del BARCA.
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