Un adiós
Poema publicado el 15 de Junio de 2009
Al principio eres desgarro,
una herida, un todo y a la vez nada
Una ausencia, constante presencia
ocupas el aire y los arrabales de mi mente.
Tu nombre inpronunciable
sabe a rastrojos quemados en mi boca
que se abre pequeña,
lo justo para susurrarte,
lo justo para no ser oída.
Luego viene el tiempo,
cronos inexorable palpita estaciones
y tu nombre comienza a ser sonido
de sabor amargo como el café.
El aire ya no es tan denso alrededor
y la herida ya apenas sangra
pero tu ausencia sigue clavada
en cada sombra, cada instante sereno
y en el sonido de las olas al romper
en diminutos cristales
sobre la arena rubia de este Cádiz
que te vió cerrar los ojos.
Al final eres recuerdo
un momento demasiado fugaz en el pasado,
una fotografía sobre la cómoda,
un algo incorpóreo que suspira.
Tu nombre Ignacio ya es dulce
y la boca se me llena
de viajes, de historias,
de sierra, de salitre.
El dolor queda, fantasma omnipresente
perro vencido y arrinconado
que se lame sus heridas
en una apartada esquina
donde se proyecta la sombra de tu ausencia.
Mientras, los años palpitan
y tu nombre, por fín, renace en mi boca.
Poema publicado el 15 de Junio de 2009
Al principio eres desgarro,
una herida, un todo y a la vez nada
Una ausencia, constante presencia
ocupas el aire y los arrabales de mi mente.
Tu nombre inpronunciable
sabe a rastrojos quemados en mi boca
que se abre pequeña,
lo justo para susurrarte,
lo justo para no ser oída.
Luego viene el tiempo,
cronos inexorable palpita estaciones
y tu nombre comienza a ser sonido
de sabor amargo como el café.
El aire ya no es tan denso alrededor
y la herida ya apenas sangra
pero tu ausencia sigue clavada
en cada sombra, cada instante sereno
y en el sonido de las olas al romper
en diminutos cristales
sobre la arena rubia de este Cádiz
que te vió cerrar los ojos.
Al final eres recuerdo
un momento demasiado fugaz en el pasado,
una fotografía sobre la cómoda,
un algo incorpóreo que suspira.
Tu nombre Ignacio ya es dulce
y la boca se me llena
de viajes, de historias,
de sierra, de salitre.
El dolor queda, fantasma omnipresente
perro vencido y arrinconado
que se lame sus heridas
en una apartada esquina
donde se proyecta la sombra de tu ausencia.
Mientras, los años palpitan
y tu nombre, por fín, renace en mi boca.
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Perdón
Religiosos
Tristeza y Dolor
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