Esquivando amaneceres
Poema publicado el 11 de Septiembre de 2010
Creyendo enhebrar sueños en mi carretera,
aparte del sendero, una porción de mi historia.
Mi odio despertó, me abraso la sed.
Sin darme cuenta fui esquivando amaneceres.
Ardiendo en un rito viudo, combatí a mi corazón.
Bebiendo el agua negra del arroyo del horror.
Noches y días rodaban sobre lo insaciable,
y temprano, entre a mi cama para no poder dormir.
Me torcí de frío en medio de la hoguera,
fui mi juez y mi abogado.
Un verbo constante.
Recorriendo nuevos reinos, nuevos destinos.
Brotando el gran desastre en mi sumisa conciencia.
Nada, había sido motivo de excusa.
Pero miles de espejos reflejaron mi tormenta.
En un río que la lluvia no llegaba a alimentar.
Y poco a poco se hizo un desierto.
Caótico abismo de arenas pálidas.
Termino desvaneciendo mis promesas mas talladas.
Actos fugaces vaciaron el lecho del alma.
Y deje de dormir, por temor a los sueños.
Llego el crepúsculo, acompañando a las aves.
Esas que susurraron a las nubes mi vigilia.
Cayó la primera gota en la palma de mi mano.
Apaciguando al tumulto de las miradas perdidas.
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Poema publicado el 11 de Septiembre de 2010
Creyendo enhebrar sueños en mi carretera,
aparte del sendero, una porción de mi historia.
Mi odio despertó, me abraso la sed.
Sin darme cuenta fui esquivando amaneceres.
Ardiendo en un rito viudo, combatí a mi corazón.
Bebiendo el agua negra del arroyo del horror.
Noches y días rodaban sobre lo insaciable,
y temprano, entre a mi cama para no poder dormir.
Me torcí de frío en medio de la hoguera,
fui mi juez y mi abogado.
Un verbo constante.
Recorriendo nuevos reinos, nuevos destinos.
Brotando el gran desastre en mi sumisa conciencia.
Nada, había sido motivo de excusa.
Pero miles de espejos reflejaron mi tormenta.
En un río que la lluvia no llegaba a alimentar.
Y poco a poco se hizo un desierto.
Caótico abismo de arenas pálidas.
Termino desvaneciendo mis promesas mas talladas.
Actos fugaces vaciaron el lecho del alma.
Y deje de dormir, por temor a los sueños.
Llego el crepúsculo, acompañando a las aves.
Esas que susurraron a las nubes mi vigilia.
Cayó la primera gota en la palma de mi mano.
Apaciguando al tumulto de las miradas perdidas.
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