El quebranto
Poema publicado el 20 de Septiembre de 2009
Después de hablar con la alegría
tuve que escuchar a la tristeza,
y después que hube hablado y escuchado
las dos estaban lejos de mí,
me tire en la faena de mis pensamientos
para encontrar alguna, prefiriendo la alegría;
pero encontré que la razón me dejo,
y sin ella mis pensamientos desmedidos
me llevaron por mundos incomprendidos,
que solo lejos de la razón pude haber captado,
después de recorrerlos y palparlos con el alma;
me devolví, buscando las puertas de la cordura,
no las encontraba; tropecé con la duda,
la cual aforrándose a mis manos,
no me dejaba coger la espada
que se encontraba, detrás de una gran piedra
con rostro de hombre, la cual los habitantes
llamaban con desaliento: temor.
Corrí y corrí con mis manos atadas,
y mis ojos solo observando aquella roca,
cuando de pronto una voz que venia
de un destello blanco y violeta,
hizo elevar mi conciencia
tan alto para alcanzar la espada,
pero no lo suficiente para alcanzar la razón,
con la espada en la mano
pude ver que su nombre era esperanza,
con ella corte los lazos de la duda,
hice un túnel en las entrañas del temor,
y me adentre en el, todo, todo era oscuro,
lo único que alumbraba era la hoja de mi espada,
y solo mirando aquella luz me conducía…
Ricardo g.
Poema publicado el 20 de Septiembre de 2009
Después de hablar con la alegría
tuve que escuchar a la tristeza,
y después que hube hablado y escuchado
las dos estaban lejos de mí,
me tire en la faena de mis pensamientos
para encontrar alguna, prefiriendo la alegría;
pero encontré que la razón me dejo,
y sin ella mis pensamientos desmedidos
me llevaron por mundos incomprendidos,
que solo lejos de la razón pude haber captado,
después de recorrerlos y palparlos con el alma;
me devolví, buscando las puertas de la cordura,
no las encontraba; tropecé con la duda,
la cual aforrándose a mis manos,
no me dejaba coger la espada
que se encontraba, detrás de una gran piedra
con rostro de hombre, la cual los habitantes
llamaban con desaliento: temor.
Corrí y corrí con mis manos atadas,
y mis ojos solo observando aquella roca,
cuando de pronto una voz que venia
de un destello blanco y violeta,
hizo elevar mi conciencia
tan alto para alcanzar la espada,
pero no lo suficiente para alcanzar la razón,
con la espada en la mano
pude ver que su nombre era esperanza,
con ella corte los lazos de la duda,
hice un túnel en las entrañas del temor,
y me adentre en el, todo, todo era oscuro,
lo único que alumbraba era la hoja de mi espada,
y solo mirando aquella luz me conducía…
Ricardo g.
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