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Es olvido - Poemas de Nicanor Parra



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Es olvido
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

Juro que no recuerdo ni su nombre,               
mas moriré llamándola María,
no por simple capricho de poeta:               
por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,               
ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo               
supe de la su muerte inmerecida,
nueva que me causó tal desengaño               
que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,               
y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho               
por la gente que trajo la noticia
debo creer, sin vacilar un punto,               
que murió con mi nombre en las pupilas,
hecho que me sorprende, porque nunca               
fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples               
relaciones de estricta cortesía,
nada más que palabras y palabras               
y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo               
sólo queda un puñado de cenizas),
pero jamás vi en ella otro destino               
que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla               
con el celeste nombre de María,
circunstancia que prueba claramente               
la exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡quién es el que no besa a sus amigas!,               
pero tened presente que lo hice
sin darme cuenta bien de lo que hacía.               
No negaré, eso sí, que me gustaba
su inmaterial y vaga compañía               
que era como el espíritu sereno
que a las flores domésticas anima.               
Yo no puedo ocultar de ningún modo
la importancia que tuvo su sonrisa               
ni desvirtuar el favorable influjo
que hasta en las mismas piedras ejercía.               
Agreguemos, aún, que de la noche
fueron sus ojos fuente fidedigna.               
Mas, a pesar de todo, es necesario
que comprendan que yo no la quería               
sino con ese vago sentimiento
con que a un pariente enfermo se designa.               
Sin embargo sucede, sin embargo,
lo que a esta fecha aún me maravilla,               
ese inaudito y singular ejemplo
de morir con mi nombre en las pupilas,               
ella, múltiple rosa inmaculada,
ella que era una lámpara legítima.               
Tiene razón, mucha razón, la gente
que se pasa quejando noche y día               
de que el mundo traidor en que vivimos
vale menos que rueda detenida:               
mucho más honorable es una tumba,
vale más una hoja enmohecida,               
nada es verdad, aquí nada perdura,
ni el color del cristal con que se mira.
              
Hoy es un día azul de primavera,
creo que moriré de poesía,
de esa famosa joven melancólica               
no recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
como una paloma fugitiva:
la olvidé sin quererlo, lentamente,
como todas las cosas de la vida.




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