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Corazas y demonios - Poemas de Nik Cornejo



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Categoría: Poemas de Amor
Corazas y demonios
Poema publicado el 23 de Febrero de 2009


A oídos del Hombre Fuerte llega
ese cantar de palomas,
que dicen, que cuentan,
que traen las buenas nuevas,
tal parece que este hombre fuerte
comenzó a construir
un castillo de frondozas murallas,
alrededor del Hombre Débil.

Hace centurias eran uno solo,
encerrados en un corazón
tan rojo como rojas son las rosas,
tan enérgico y vivaz..

Mediante un acto fútil y divino
se vieron separados,
se conocieron nuevamente,
como lo hacían aquella vez,
aletargados y confundidos.

El Hombre Débil se vió destruido,
derribado y enclenque,
no pudo más que congelar su ser
en un espacio negro,
oscuro como cientos de cuervos
cerniéndose sobre elefantes muertos.

El Hombre Fuerte desesperó,
vió a su otra parte rendida,
trató de enmendarlo, mas no pudo.

Mientras, a lo lejos,
lograba escucharse,
el grito de guerra fornido y grandioso
de millones de criaturas de infiernos
que venían a comérselos.

Como pudo, el hombre fuerte
tomó una espada oxidada,
la blandió contra los primeros avatares
de ese ejército maligno,
como nunca en su vida, luchó.

Logró que las bestias de la incertidumbre
retirasen su ataque luego de días,
y no pudiendo descansar un minuto,
observó al hombre débil,
quien, dormido,
sufría entre fuegos de espanto.

Más no puedo hacer,
dijo el Hombre Fuerte,
que proteger a mi hermano de corazón,
y se dedicó durante meses,
ladrillo por ladrillo,
a levantar paredes circulares
en derredor del Hombre Débil.

Sin parar tan sólo un segundo,
forjó esas herramientas,
mezcló esas sustancias
y dió cortes a esas piedras.

Fue ubicando milimétricamente las piezas,
estudiando la forma de hacer las construcciones
resistentes, oblicuas y conformes
al dormitar del hombre débil,
quien no despertaba, quien temía,
y ya no deseaba amar.


Luego de un par de décadas,
el hombre fuerte
se cansa de construir, mira hacia arriba,
y se maravilla ante tamaños baluartes
forjados por sus flacos brazos.

Tomando turnos,
sigue construyendo,
descansando de vez en vez,
tapando su paz
con su casco de guerrero,
tapando la luna
que amenaza con mostrar
el camino a las bestias.

De un momento a otro,
un sonido inverosímil y distante
asusta de muerte al Hombre Fuerte,
quien tiembla
y no hace honor a su nombre.

Son las criaturas de la soledad y del desconsuelo,
curvilíneas, macizas, de patas largas y grandes,
cuerpos endemoniados, y paladares filosos.

Cada una más horrible que la otra,
las deformidades van atacando el palacio,
consiguiendo entrar a las primeras galerias,
confundiendo al hombre fuerte.

Éste toma su espadita una vez más,
y recuerda las miles de trampas y pasadizos
que construyó
con su intelecto de maravillas.

Comienza estoicamente a defender el castillo,
el sonido de lucha es espeluznante, morboso,
alaridos de ultratumba y explosiones disconformes,
que ni inmutan al Hombre Débil,
quien letarga su descanso
tan sólo otro millón de años.

Los ladrillos vuelan por los aires,
mezclados con torsos,
brazos y cabezas cercenadas,
el Hombre Fuerte parece ser veinte,
cientos, un ejército,
pero aun así, parece ser vencido,
aunque continúa su lucha.

Gallardo e impasible va cambiando su figura,
se hace parco, oscuro,
ya no recuerda como era,
tan solo ve sangre y viscocidades
alumbradas por una luna que ríe,
y se divierte.

Las bestias y criaturas,
cada vez más malas, encriptadas
en un deseo frívolo y certero
de llegar a los aposentos del hombre débil,
transcriben mañas y confabulan maldades,
moviendo ladrillos
y amenazando con llegar al centro.

El hombre fuerte se enfurece,
ya no es él,
se transforma cada vez más
en lo que mata.

La batalla dura centurias,
y el monolítico castillo
cada vez
ocupa más y más
de ese vasto espacio negro.

El Hombre Fuerte se divide en diez,
veinte, miles,
se vuelve de formas foráneas,
y cada una tan distinto a él.

El último descanso llega,
comienza a temblar el lugar mismo,
el sonido esta vez,
es el rugido del diablo en persona.

El Hombre Fuerte despierta,
saca pecho y toma sus armas,
esta vez espadas distintas,
de aceros implacables, oscuras,
toma sus escudos de craneos macizos, callados,
muestra su larga cabellera y su barba,
las cuales dan cuenta
de sus años ya no contados.

Se apura y sube las escaleras
que el mismo construyó,
veloz como el viento,
sin cansarse un instante,
comienza a subir a la torre
más alta y pronunciada del complejo.

Cuando ni siquiera llega
a subir la mitad de los pisos que le esperan,
ve por ventanas esos dos ojos
que en medio de la oscuridad
amenazan con comerse todo
de un bocado.

Escucha primero un instante de profunda paz,
y recuerda
cuando era uno, con su hermano de corazón,
a quien, aunque no vé
desde hace miles y miles de meses,
sabe protegido y vivo.

Luego, el ensordecedor alarido
lo lanza hacia atrás varios pisos
en la tamaña escalera,
es el demonio negro más grande jamas visto,
es el rechazo,
mas espinoso y maligno aún
que la soledad misma.

Con el último aire
y ya perdiendo hasta la cordura,
el hombre fuerte,
asesino, peludo y divino,
llega hasta el último peñasco
de su palacio.

Se lanza al abismo,
encofrado en proteger
la entereza de su otra parte,
la débil, sin la cual
se transformaría en un ser hijo de puta.

Vuela, y blande el acero,
hacia esos ojos de muerte y desazón,
su grito se confunde con el de la criatura,
son la misma cosa.

El salto, como en cámara lenta,
tarda minutos en concretarse,
hasta que un destello espectacular sucede,
y tan solo es el caos.

Pasan horas de profundo horror y ruido,
hasta que el humo se esfuma y deja ver
a la negra y endiablada quimera
bajo los pies del aún mas negro caballero,
el Hombre Fuerte.

Glorioso,
supone que el descanso llega,
y se sacía con los restos de tamaña bestia.

A oídos del Hombre Fuerte llega
ese cantar de palomas,
que dicen, que cuentan,
que traen las buenas nuevas,
tal parece que el hombre fuerte
por fin descansa..

Pero fue tan pero tan tonto, y tan necio,
que no construyó una llave para su castillo,
para poder entrar y llevarse a su dulce hermano
hacia otros valles y cedros.

Miles de palomas llegan y le cuentan,
que en algún lugar
tan blanco como oscuro es éste,
se encuentra otro castillo
cien veces más grande que el suyo,
vigilado no por una,
sino miles de millones de valkyrias,
cada una en su pegaso,
tan fuertes e imponentes
como él mismo.

También cuentan
que en ese lugar de maravillas,
encerrada también se encuentra
una princesa tan hermosa
como hermoso es el volar nuestro,
dicen las diez mil palomas.

Y la paloma más vieja
se asoma al hombro
del Hombre Fuerte,
le dice entre susurros,
la princesa dulce y bella como amaneceres
posee la llave de tus miles de corazas,
de tus puertas y rejas,
tienes que viajar
distancias desparejas y aterrorizantes
para rescatarla de su pesar,
y por fin,
volveras a ser uno
con tu parte
que protejes,
volverás a amar para siempre.


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