Equinoccio
Poema publicado el 24 de Febrero de 2009
Detuve una mirada pausante,
entre edificios viejos y arruinados,
en un cielo de plata atravesado por un sol naciente,
y al mismo tiempo poniéndose...
Senti las gotas, estáticas,
en el aire virgen y fresco,
no entendiendo si alucinaba
o soñaba en esa tarde de marzo.
Olvidé el ser en ese cándido avistamiento,
las dulces retinas no pudieron más
que alimentarse de ese arcoíris fluido,
de colores diestros, e interminablemente
gigante...
Él se mostró natural y distante,
desdeñando cantares y conservando
una omnipresencia inaudita.
Observé su curva perfecta, rígida y tan frágil,
sus líneas de colores fundidos y exaltados
por esa nube plomiza y diferente,
que por detrás abrazaba en un sentir pleno,
contribuyendo a su ya absoluta hermosura.
Sentí un eterno palpitar que duró añares,
luego del cual rendí ante mi corazón cautivo
y busqué por doquier esa alma,
con la cual compartir esa naturaleza celestial.
Mi maravillar duró segundos
y comprendí que estoy solo
ante esos únicos momentos airosos.
Como imán nuevamente
conservé un instante más, eterno,
esa ráfaga distante y sutil
que daban sus colores
en demasía vivos.
Pregunté, le pregunté,
una vez más, dónde,
en qué lugar estaba...
...ese amor venidero y particular...
No se quién respondió,
si el dulce arcoiris, o mi blanca alma,
la respuesta dobló mi pesar, lo molió
como si nunca hubiese existido.
El amor está dentro mío.
Para dar.
Poema publicado el 24 de Febrero de 2009
Detuve una mirada pausante,
entre edificios viejos y arruinados,
en un cielo de plata atravesado por un sol naciente,
y al mismo tiempo poniéndose...
Senti las gotas, estáticas,
en el aire virgen y fresco,
no entendiendo si alucinaba
o soñaba en esa tarde de marzo.
Olvidé el ser en ese cándido avistamiento,
las dulces retinas no pudieron más
que alimentarse de ese arcoíris fluido,
de colores diestros, e interminablemente
gigante...
Él se mostró natural y distante,
desdeñando cantares y conservando
una omnipresencia inaudita.
Observé su curva perfecta, rígida y tan frágil,
sus líneas de colores fundidos y exaltados
por esa nube plomiza y diferente,
que por detrás abrazaba en un sentir pleno,
contribuyendo a su ya absoluta hermosura.
Sentí un eterno palpitar que duró añares,
luego del cual rendí ante mi corazón cautivo
y busqué por doquier esa alma,
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en qué lugar estaba...
...ese amor venidero y particular...
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si el dulce arcoiris, o mi blanca alma,
la respuesta dobló mi pesar, lo molió
como si nunca hubiese existido.
El amor está dentro mío.
Para dar.
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