Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
No me has hecho sufrir
sino esperar.
Aquellas horas
enmarañadas,
llenas
de serpientes,
cuando
se me caÃa el alma y me ahogaba,
tú venÃas andando,
tú venÃas desnuda y arañada,
tú llegabas hambrienta hasta mi lecho,
novia mÃa,
y entonces
toda la noche caminamos
durmiendo
y cuando despertamos
eras intacta y nueva,
como si el grave viento de los sueños
de nuevo hubiera dado
fuego a tu cabellera
y en trigo y plata hubiera sumergido
tu cuerpo hasta dejarlo deslumbrante.
Yo no sufrÃ, amor mÃo,
yo sólo te esperaba.
TenÃas que cambiar de corazón
y de mirada
después de haber tocado la profunda
zona de mar que te entregó mi pecho.
TenÃas que salir del agua
pura como una gota levantada
por una ola nocturna.
Novia mÃa, tuviste
que morir y nacer, yo te esperaba.
Yo no sufrà buscándote,
sabÃa que vendrÃas,
una nueva mujer con lo que adoro
de la que no adoraba,
con tus ojos, tus manos y tu boca
pero con otro corazón
que amaneció a mi lado
como si siempre hubiera estado allÃ
para seguir conmigo para siempre.
¿ Te gustó este poema? Compártelo:

