A michele di goro, en la florencia de 1563
Poema publicado el 20 de Septiembre de 2011
Antes de que el silencio me requiera
-más cierta a cada instante es la hora incierta-
ponte a escribir, Michele: solo me queda el arte.
De aquella miserable barraca de taller,
habrán pasado ya diecisiete años.
Fue por el tiempo en que enviudó mi hermana,
y ella y sus hijas quedan a mi cargo.
El lacayo del duca y Bandinello
no dejan, contra mí, de maquinar.
Y el dolor de riñones, que me mata…
Pero todos los males se esfuman
si entra Cencio,
mi joven y querido aprendiz.
Al desnudarse, estas mis viejas manos
insuflan su belleza en la cálida arcilla
que da vida a Perseo.
Que esperen los caprichos de la duquesa
y la respuesta al rey de Francia.
Lo que habrá de salvarnos
solo ocurre una vez.
De ACRÓPOLIS (2011)
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Poema publicado el 20 de Septiembre de 2011
Antes de que el silencio me requiera
-más cierta a cada instante es la hora incierta-
ponte a escribir, Michele: solo me queda el arte.
De aquella miserable barraca de taller,
habrán pasado ya diecisiete años.
Fue por el tiempo en que enviudó mi hermana,
y ella y sus hijas quedan a mi cargo.
El lacayo del duca y Bandinello
no dejan, contra mí, de maquinar.
Y el dolor de riñones, que me mata…
Pero todos los males se esfuman
si entra Cencio,
mi joven y querido aprendiz.
Al desnudarse, estas mis viejas manos
insuflan su belleza en la cálida arcilla
que da vida a Perseo.
Que esperen los caprichos de la duquesa
y la respuesta al rey de Francia.
Lo que habrá de salvarnos
solo ocurre una vez.
De ACRÓPOLIS (2011)
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