Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Pensar en ti esta noche
no era pensarte con mi pensamiento,
yo solo, desde mÃ. Te iba pensando
conmigo, extensamente, el ancho mundo.
El gran sueño del campo, las estrellas,
callado el mar, las hierbas invisibles,
sólo presentes en perfumes secos,
todo,
de Aldebarán al grillo te pensaba.
¡Qué sosegadamente
se hacÃa la concordia
entre las piedras, los luceros,
el agua muda, la arboleda trémula,
todo lo inanimado,
y el alma mÃa
dedicándolo a ti! Todo acudÃa
dócil a mi llamada, a tu servicio,
ascendido a intención y a fuerza amante.
ConcurrÃan las luces y las sombras
a la luz de quererte; concurrÃan
el gran silencio, por la tierra, plano,
suaves voces de nubes, por el cielo,
al cántico hacia ti que en mi cantaba.
Una conformidad de mundo y ser,
de afán y tiempo, inverosÃmil tregua,
se entraba en mÃ, como la dicha entera
cuando llega sin prisa, beso a beso.
Y casi
dejé de amarte por amarte más,
en más que en mÃ, inmensamente confiando
ese empleo de amar a la gran noche
errante por el tiempo y ya cargada
de misión, misionera
de un amor vuelto estrellas, calma, mundo,
salvado ya del miedo
al cadáver que queda si se olvida.
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