Al ingeniero
Poema publicado el 02 de Abril de 2012
Yergue la frente ingeniero,
hinche tu pecho de orgullo,
pues el premio es también tuyo,
si trabajas con esmero.
Constructor de extensas rutas
Y de magnos edificios,
Tú das grandes beneficios
En las obras que ejecutas.
Tu trabajo no está oculto,
al mundo siempre lo exhibes,
y por cada obra recibes,
digno halago o vil insulto.
Tu oficio no te consiente,
cubrir el mínimo error,
por eso, das lo mejor
y trabajas muy consciente.
No puedes, tú, como el médico,
tus errores ocultar,
y, sin ningún malestar,
sepultarlas en el hueco.
Ni puedes, al juez, culpar
como lo hace el abogado,
cuando se ve derrotado,
y sin poder apelar.
Ni como aquel arquitecto,
que con adornos de flores,
cubre todos sus errores,
y tapa cada defecto.
Así es, amigo ingeniero,
tú no puedes darte el lujo
de errar, ni por el influjo
de algún fortuito aguacero.
Porque tu error quedaría,
exhibido sin remedio,
esperando el vil asedio
que le impartan cada día.
No eres tú ningún prodigio,
pero es brava tu labor;
con desvelo y con sudor
tú te ganas el prestigio.
Por eso, marcha sereno,
y no temas las censuras,
tendrás críticas muy duras
si lo que has hecho no es bueno.
Pero, cauto y circunspecto,
no te encierres en el nicho,
y recuerda bien el dicho:
“nadie, en el mundo, es perfecto”.
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Poema publicado el 02 de Abril de 2012
Yergue la frente ingeniero,
hinche tu pecho de orgullo,
pues el premio es también tuyo,
si trabajas con esmero.
Constructor de extensas rutas
Y de magnos edificios,
Tú das grandes beneficios
En las obras que ejecutas.
Tu trabajo no está oculto,
al mundo siempre lo exhibes,
y por cada obra recibes,
digno halago o vil insulto.
Tu oficio no te consiente,
cubrir el mínimo error,
por eso, das lo mejor
y trabajas muy consciente.
No puedes, tú, como el médico,
tus errores ocultar,
y, sin ningún malestar,
sepultarlas en el hueco.
Ni puedes, al juez, culpar
como lo hace el abogado,
cuando se ve derrotado,
y sin poder apelar.
Ni como aquel arquitecto,
que con adornos de flores,
cubre todos sus errores,
y tapa cada defecto.
Así es, amigo ingeniero,
tú no puedes darte el lujo
de errar, ni por el influjo
de algún fortuito aguacero.
Porque tu error quedaría,
exhibido sin remedio,
esperando el vil asedio
que le impartan cada día.
No eres tú ningún prodigio,
pero es brava tu labor;
con desvelo y con sudor
tú te ganas el prestigio.
Por eso, marcha sereno,
y no temas las censuras,
tendrás críticas muy duras
si lo que has hecho no es bueno.
Pero, cauto y circunspecto,
no te encierres en el nicho,
y recuerda bien el dicho:
“nadie, en el mundo, es perfecto”.
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