Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Hemos llevado juntos esta pena
como vaso de frágil porcelana.
Nos hemos arropado con el mismo
cobertor de tristeza. Hoy has cabido
dentro de un puño frÃo y apretado,
pero, a pesar de todo, te dormiste.
Eres hombre cabal hasta en el sueño.
Te duermes sin caer, sin derribarte,
te duermes como deben de dormirse
los cÃclopes, los hércules, los dioses.
Los centauros, las fieras, asà duermen.
Tienes el abandono de los grandes
y si el sueño te llega, tu victoria
la pregona las sombras y los mástiles.
Toda la tierra vela cuando duermes:
hombre, pecho de mar, párpado oscuro,
pan de trabajo, rÃo de sudores,
hombre puro de cara a la fatiga
acosado de dientes y veranos.
Eres más hombre aún cuando se encierra
tu limpia forma de mirar la vida.
Hombre mÃo, cansado y solitario,
tenaz defendedor de pan y risas,
condenado al amor y al sufrimiento,
hombre, amor al que arrimo mi desvelo,
compañero de almohada y despertares.
Si tú has dormido al fin, también yo puedo,
y si tú velas, en amor yo velo.
Venga ya para mà un trozo de olvido,
tome mi pecho el ritmo de tu pecho.
No nos pudo la pena, y de tu mano
corrió la sombra y se apagó en mi rÃo,
corrió el dolor y se agostó en mi vena,
me inundaste de sueño junto al tuyo
y me dormà junto a tus costillares.
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