Reprocho a las cosas que le entretienen
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
( ¡Ay, qué grandes debéis ser
que asà me lo entretenéis! )
Altas de talle y, bien plantadas.
y cien veces aborrecidas
cuando se espera de esta forma
desesperada y decidida.
¿Con qué hebras tejéis los hilos
que me lo ensartan y desvÃan,
urdidoras de mi coraje
y robadoras en porfÃa?
¿Por qué caminos o qué atajos,
agazapadas, repentinas,
le dais el alto, santo y seña,
paso le dáis para que os siga?
¡Si yo no puedo en la distancia
ganar batallas ni partidas,
enfrentarme con vuestros aires,
regatearos con mi risa,
reclamaros con mi presencia
su. necesaria compañÃa!
( ¡Ay, qué blancas debéis ser
que asà me lo entretenéis! )
Cuando llegue, no habrá palabras,
razón que valga y que me asista,
vendrá cansado y solitario
con la frente desvanecida
y -a tres cuartas el corazón,
achicada y medio escondida-
yo iré quitándole de en medio
toda la carga de este dÃa,
porque no note mi cansancio
ni se le acerque mi ceniza:
los desperdicios de mi sueño,
los retales de mi alegrÃa,
las cortezas de aburrimiento
y el agua muda que se agria.
A nadie le dolerá el aire,
a nadie pasará este dÃa...
¡Y he de llevar el plomo oscuro
de su cuerpo mientras viva,
la memoria de aquellas horas
en las que todo enmudecÃa,
en las que todo fue silencio,
latir de alas oprimidas,
metal de espera por las manos,
por las sienes y las rodillas!
Nadie sabrá. Nadie. Ni él mismo.
Una de tantos... Sólo un dÃa...
Todo perdió su sal, su vez...
( ¡Ay, qué grandes debéis ser
que asà me lo entretenéis! )
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
( ¡Ay, qué grandes debéis ser
que asà me lo entretenéis! )
Altas de talle y, bien plantadas.
y cien veces aborrecidas
cuando se espera de esta forma
desesperada y decidida.
¿Con qué hebras tejéis los hilos
que me lo ensartan y desvÃan,
urdidoras de mi coraje
y robadoras en porfÃa?
¿Por qué caminos o qué atajos,
agazapadas, repentinas,
le dais el alto, santo y seña,
paso le dáis para que os siga?
¡Si yo no puedo en la distancia
ganar batallas ni partidas,
enfrentarme con vuestros aires,
regatearos con mi risa,
reclamaros con mi presencia
su. necesaria compañÃa!
( ¡Ay, qué blancas debéis ser
que asà me lo entretenéis! )
Cuando llegue, no habrá palabras,
razón que valga y que me asista,
vendrá cansado y solitario
con la frente desvanecida
y -a tres cuartas el corazón,
achicada y medio escondida-
yo iré quitándole de en medio
toda la carga de este dÃa,
porque no note mi cansancio
ni se le acerque mi ceniza:
los desperdicios de mi sueño,
los retales de mi alegrÃa,
las cortezas de aburrimiento
y el agua muda que se agria.
A nadie le dolerá el aire,
a nadie pasará este dÃa...
¡Y he de llevar el plomo oscuro
de su cuerpo mientras viva,
la memoria de aquellas horas
en las que todo enmudecÃa,
en las que todo fue silencio,
latir de alas oprimidas,
metal de espera por las manos,
por las sienes y las rodillas!
Nadie sabrá. Nadie. Ni él mismo.
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( ¡Ay, qué grandes debéis ser
que asà me lo entretenéis! )
¿Pudiera decirnos en que categorÃa ubicarÃa este poema?
Amor
Amistad
Familia
Poemas de Cumpleaños
Poemas de San ValentÃn o
DÃa de los Enamorados
Poemas del DÃa de la Mujer
Poemas del DÃa de las Madres
Poemas del DÃa de los Padres
Poemas de Navidad
Poemas de Halloween
Infantiles
Perdón
Religiosos
Tristeza y Dolor
Desamor
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