El templo de la gloria
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
(fragmentos) Anónimo (principios del s. XIX)
Rodeado por la sombra formidable,
que difunde la muerte asoladora,
desterrado en una tierra inhabitable
que a sus tristes moradores cruel devora,
¿cómo cantaré la luz inagotable
del sol eterno que brilla sin aurora,
que no vio del ocaso la tumba oscura
ya torrentes derrama la dicha pura?
Sentado con los hermanos del cautiverio
en la enlutada y fúnebre ribera
de los negros rÃos del Babilonio imperio,
sufriendo de los enemigos la saña fiera,
y los dardos de la burla y el vituperio,
en una tierra extraña y forastera,
¿cómo cantaré tan trágicas escenas
entre grilletes, esposas y cadenas?
¡Oh vos, que resplandecéis en las alturas
de la Santa Sion, Dios de grandeza,
abismo inagotable de dulzuras,
dad vigor y aliento a mi flaqueza!
Sumergido en un mar de amarguras,
hablar de vuestra gloria es ardua empresa,
mas yo entraré en la senda peregrina,
si vuestra preciosa luz a ella me encamina.
Renovaba una tarde la memoria
de los esforzados héroes que portaron
en sà mismos la inmortal victoria
y con ilustres hazañas decoraron
los fastos indelebles de la historia,
y de eternos laureles se coronaron,
cuando me rinde un sueño apacible
y subo a la morada inaccesible.
Por las etéreas regiones navegaba
sin rumbo, sin carta y sin guÃa;
una aura dulce y fresca respiraba,
ya mi corazón dilataba la alegrÃa;
una calma benéfica reinaba,
y la pálida luna resplandecÃa;
y centelleando las vÃvidas estrellas
inmensos mares forman de luces bellas. ( ...)
(...) Entre dulces suspiros la luz admiro,
más hermosa a mis ojos que el alba bella,
encantadora luz por la cual suspiro
más que el errante piloto del mar la estrella:
¡por ti, luz eterna, por ti respiro!
¡Tú iluminas, divina maravilla,
mis extraviados pasos en noche oscura,
y en tus rayos encuentro la senda segura!
Asà en mi entusiasmo dirigÃa
todo mi corazón a tu luz encantadora,
sumergido en patética alegrÃa,
cuando un mármol nevado es nueva aurora
que al titubeante paso sirve de guÃa,
pues, en una inscripción consoladora,
se presenta la senda suspirada
con inmortales caracteres grabada.
«Oh vosotros, que errantes en tierra extraña
suspiráis por la gloria verdadera,
no habéis de buscarla en la patraña
de un mundo que da incienso a una quimera:
escalad esforzados esta montaña,
no aterre a vuestros corazones su presencia fiera ;
no dejaros engañar por falsa estrella:
esta es la senda, caminad por ella. » (...)
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
(fragmentos) Anónimo (principios del s. XIX)
Rodeado por la sombra formidable,
que difunde la muerte asoladora,
desterrado en una tierra inhabitable
que a sus tristes moradores cruel devora,
¿cómo cantaré la luz inagotable
del sol eterno que brilla sin aurora,
que no vio del ocaso la tumba oscura
ya torrentes derrama la dicha pura?
Sentado con los hermanos del cautiverio
en la enlutada y fúnebre ribera
de los negros rÃos del Babilonio imperio,
sufriendo de los enemigos la saña fiera,
y los dardos de la burla y el vituperio,
en una tierra extraña y forastera,
¿cómo cantaré tan trágicas escenas
entre grilletes, esposas y cadenas?
¡Oh vos, que resplandecéis en las alturas
de la Santa Sion, Dios de grandeza,
abismo inagotable de dulzuras,
dad vigor y aliento a mi flaqueza!
Sumergido en un mar de amarguras,
hablar de vuestra gloria es ardua empresa,
mas yo entraré en la senda peregrina,
si vuestra preciosa luz a ella me encamina.
Renovaba una tarde la memoria
de los esforzados héroes que portaron
en sà mismos la inmortal victoria
y con ilustres hazañas decoraron
los fastos indelebles de la historia,
y de eternos laureles se coronaron,
cuando me rinde un sueño apacible
y subo a la morada inaccesible.
Por las etéreas regiones navegaba
sin rumbo, sin carta y sin guÃa;
una aura dulce y fresca respiraba,
ya mi corazón dilataba la alegrÃa;
una calma benéfica reinaba,
y la pálida luna resplandecÃa;
y centelleando las vÃvidas estrellas
inmensos mares forman de luces bellas. ( ...)
(...) Entre dulces suspiros la luz admiro,
más hermosa a mis ojos que el alba bella,
encantadora luz por la cual suspiro
más que el errante piloto del mar la estrella:
¡por ti, luz eterna, por ti respiro!
¡Tú iluminas, divina maravilla,
mis extraviados pasos en noche oscura,
y en tus rayos encuentro la senda segura!
Asà en mi entusiasmo dirigÃa
todo mi corazón a tu luz encantadora,
sumergido en patética alegrÃa,
cuando un mármol nevado es nueva aurora
que al titubeante paso sirve de guÃa,
pues, en una inscripción consoladora,
se presenta la senda suspirada
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suspiráis por la gloria verdadera,
no habéis de buscarla en la patraña
de un mundo que da incienso a una quimera:
escalad esforzados esta montaña,
no aterre a vuestros corazones su presencia fiera ;
no dejaros engañar por falsa estrella:
esta es la senda, caminad por ella. » (...)
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