Nuestras manos - de crepusculo
Poema publicado el 03 de Febrero de 2011
Suelo ver en la tarde,
detrás de mí, la sombra y
de tus manos de cristal
amanecer la luz en vidrio de espejo,
cuando la noche despierta
De tanto hilo desprendido
me huía la vida por los aromas
y los bruscos ríos con aguas amenazantes
trayendo la espuma como espada,
incendiando los panales y
mezclando el azul, con la tierra y la luna.
Huyeron con cara de espanto mis espectros,
cuando de nuestras dos manos
hicimos una única mano.
Una sola mano de compañía.
Ignorante de la soledad en penumbra.
Manos hacedoras, del pan, el vino y la madera.
De la gota prima del rocío,
exprimida del ojo brillante de una estrella.
Por el camino nos hicimos senda, y
pareja de casales,
Apareados bajo la sombra,
que ahora era brisa iluminada.
Fruto y sangre en nuestras manos,
encausadas en el valle de las venas.
Con las palmas pegadas,
Anduvimos rimando la vida con la dicha.
Plantándole a la muerte, en el huerto,
con nuestras manos verdes de esperanza
la semilla de la espera.
Soltando al aire el pasto y el laurel.
Y en cada legua del camino,
un pétalo virgen
como la madre rosa.
Tu mano hizo de mi sombra,
el dibujo de dos figuras y
cuerpos caminando,
en el destello del pasillo
de los girasoles sonrientes,
irradiando en la tarde,
el amarillo mas fuerte
que la luz furiosa ofendida puede soltar.
Intentando derretir nuestras manos unidas
con un cataclismo de fuego.
Sin saber, que nos las une la miel,
Sino,
el amor conjugado e impenetrable.
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Poema publicado el 03 de Febrero de 2011
Suelo ver en la tarde,
detrás de mí, la sombra y
de tus manos de cristal
amanecer la luz en vidrio de espejo,
cuando la noche despierta
De tanto hilo desprendido
me huía la vida por los aromas
y los bruscos ríos con aguas amenazantes
trayendo la espuma como espada,
incendiando los panales y
mezclando el azul, con la tierra y la luna.
Huyeron con cara de espanto mis espectros,
cuando de nuestras dos manos
hicimos una única mano.
Una sola mano de compañía.
Ignorante de la soledad en penumbra.
Manos hacedoras, del pan, el vino y la madera.
De la gota prima del rocío,
exprimida del ojo brillante de una estrella.
Por el camino nos hicimos senda, y
pareja de casales,
Apareados bajo la sombra,
que ahora era brisa iluminada.
Fruto y sangre en nuestras manos,
encausadas en el valle de las venas.
Con las palmas pegadas,
Anduvimos rimando la vida con la dicha.
Plantándole a la muerte, en el huerto,
con nuestras manos verdes de esperanza
la semilla de la espera.
Soltando al aire el pasto y el laurel.
Y en cada legua del camino,
un pétalo virgen
como la madre rosa.
Tu mano hizo de mi sombra,
el dibujo de dos figuras y
cuerpos caminando,
en el destello del pasillo
de los girasoles sonrientes,
irradiando en la tarde,
el amarillo mas fuerte
que la luz furiosa ofendida puede soltar.
Intentando derretir nuestras manos unidas
con un cataclismo de fuego.
Sin saber, que nos las une la miel,
Sino,
el amor conjugado e impenetrable.
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