Mon credo
Poema publicado el 10 de Octubre de 2015
Señor: vendrán otra vez a quitarme la cruz y los clavos.
A mostrar tus heridas en las mías con ese afán de estar antiguo en sucesivas muertes. En la calma inquieta de los Olivos que también te traicionaron.
Vendrán a verme caer vestido de encinos, con esta soledad guadaña que insiste en dejarme solo.
Los cuerpos incorpóreos.
¿Por qué me condenan?
A mí Señor. Yo tan pequeño para entrar en la llaga de tu auxilio. Tráeme entonces la luz. Tengo la noche magra en el alma e invento caminos en otras manos que no me tocan…
En unos ojos que no soy digno de estar mirando.
Perdóname si vago en la cruz ignava y hago la señal del hereje.
Manda un coro de ángeles para al menos, si quieres, alegrar este dolor que me engaña. La sutura que retrasa la necesidad del hambre.
¡MISERERE de mí!
Enséñame el oficio del peregrinaje. A cargar la cruz…y a ser la cruz.
Dame un destino – si te sirvo – como a Pedro.
Yo que vivo negando, que fui barro y llevo sobre mi tumba una corona de espinos. Comparte Señor, acaso tu hisopo. El vino antes que cante tras mi caída el gallo. Sálvate, yo que no puedo salvarte. Traigo aferrada la pena ausente, el grito que sale del seno de mi madre, quejumbroso.
Eli, Eli ¿lama sabactani?
Niego los magnos sepulcros.
Como cualquier condenado reniego insalvo.
Antes que acabe el día
esta multitud cuadrada
martillo en mano
volverá a traicionarme.
Comunidad El Cobre.
10 de agosto 2007
¿ Te gustó este poema? Compártelo:
Poema publicado el 10 de Octubre de 2015
Señor: vendrán otra vez a quitarme la cruz y los clavos.
A mostrar tus heridas en las mías con ese afán de estar antiguo en sucesivas muertes. En la calma inquieta de los Olivos que también te traicionaron.
Vendrán a verme caer vestido de encinos, con esta soledad guadaña que insiste en dejarme solo.
Los cuerpos incorpóreos.
¿Por qué me condenan?
A mí Señor. Yo tan pequeño para entrar en la llaga de tu auxilio. Tráeme entonces la luz. Tengo la noche magra en el alma e invento caminos en otras manos que no me tocan…
En unos ojos que no soy digno de estar mirando.
Perdóname si vago en la cruz ignava y hago la señal del hereje.
Manda un coro de ángeles para al menos, si quieres, alegrar este dolor que me engaña. La sutura que retrasa la necesidad del hambre.
¡MISERERE de mí!
Enséñame el oficio del peregrinaje. A cargar la cruz…y a ser la cruz.
Dame un destino – si te sirvo – como a Pedro.
Yo que vivo negando, que fui barro y llevo sobre mi tumba una corona de espinos. Comparte Señor, acaso tu hisopo. El vino antes que cante tras mi caída el gallo. Sálvate, yo que no puedo salvarte. Traigo aferrada la pena ausente, el grito que sale del seno de mi madre, quejumbroso.
Eli, Eli ¿lama sabactani?
Niego los magnos sepulcros.
Como cualquier condenado reniego insalvo.
Antes que acabe el día
esta multitud cuadrada
martillo en mano
volverá a traicionarme.
Comunidad El Cobre.
10 de agosto 2007
¿ Te gustó este poema? Compártelo:
Compartiendo el poema con tus amigos en facebook ayudas a la difusión de estas bellas creaciones poéticas y ayudas a dar a conocer a los poetas.
