ElegÃa xvii
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Amanece en las calles. Córdoba se despierta.
Ya es de dÃa. Te amo.
Ya van camino del rÃo los areneros
con sus palas, sus asnos.
El invierno se va. La niebla se disuelve
en torno de los álamos.
Crecido viene el rÃo como mi corazón.
Tu recuerdo desborda como el rÃo mi vida
inundándola toda con sus aguas violentas
donde flotan almiares, animales que aúllan,
negros troncos de árboles y despojos y ruedas.
Oh tú que una mañana -se dirÃa esta misma-
paseaste conmigo, de mi brazo. mirando
los rojos remolinos estrellarse en el puente
que custodia impasible un arcángel de mármol.
Todo era igual. DirÃase que no ha cambiado nada.
En San Francisco tocan las campanas a misa.
La Posada del Potro ha abierto ya sus puertas
y hay en el suelo paja que cayó de los carros,
y labriegos, y mulos que beben en la fuente.
Todo es igual. DirÃase que no ha cambiado nada.
Amanece y te amo. Aún es Córdoba bella...
Tu casa está cerrada. ¿Me esperas todavÃa?
¿Duermes, o acaso esperas que llegue hasta tu
puerta?
Imposible. Aquel tiempo ya pasó para siempre.
Pero dime que todo es una pesadilla.
Dime que no han pasado los años, amor mÃo.
Dime que no has dejado de amarme, dulce amiga.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Amanece en las calles. Córdoba se despierta.
Ya es de dÃa. Te amo.
Ya van camino del rÃo los areneros
con sus palas, sus asnos.
El invierno se va. La niebla se disuelve
en torno de los álamos.
Crecido viene el rÃo como mi corazón.
Tu recuerdo desborda como el rÃo mi vida
inundándola toda con sus aguas violentas
donde flotan almiares, animales que aúllan,
negros troncos de árboles y despojos y ruedas.
Oh tú que una mañana -se dirÃa esta misma-
paseaste conmigo, de mi brazo. mirando
los rojos remolinos estrellarse en el puente
que custodia impasible un arcángel de mármol.
Todo era igual. DirÃase que no ha cambiado nada.
En San Francisco tocan las campanas a misa.
La Posada del Potro ha abierto ya sus puertas
y hay en el suelo paja que cayó de los carros,
y labriegos, y mulos que beben en la fuente.
Todo es igual. DirÃase que no ha cambiado nada.
Amanece y te amo. Aún es Córdoba bella...
Tu casa está cerrada. ¿Me esperas todavÃa?
¿Duermes, o acaso esperas que llegue hasta tu
puerta?
Imposible. Aquel tiempo ya pasó para siempre.
Pero dime que todo es una pesadilla.
Dime que no han pasado los años, amor mÃo.
Dime que no has dejado de amarme, dulce amiga.
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