Retrato de un poeta
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Oscura era tu vida en aquel pueblo.
Lo conocÃas todo, el muro, la calleja,
el viejo Ayuntamiento, destartalado y húmedo;
la fuente, la estación, la sacristÃa.
La tuya debió ser juventud de ojos grises,
capa con vueltas rojas, paseos a caballo,
novia en Doña MencÃa o en Lucena,
versos de amor y de contrabandistas.
Al repasar los viejos caminos de las viñas
no pensabas en nada ni veÃas siquiera
los lagares, los pobres arrieros,
la Ermita de la Virgen en las cumbres.
Tan hondo sentimiento invadÃa tu alma,
que no acertaste nunca a decirlo en poesÃa.
¿Quién dirá la belleza solitaria del lirio?
Por la flor más humilde la palabra es vencida.
Sufrimiento adorable de sentir cómo es bella
la tierra en que nacimos y no poder cantarla,
a no ser una noche de primavera triste
con la guitarra oscura de vinos y nostalgias.
Mientras otros en las ciudades, aplaudidos
como tenor de moda, recogÃan el triunfo,
tú, lento por la luna, a tu casa volvÃas
desde la reja del amor nocturno.
El alba despertaba corrales y sembrados.
La mañana encendÃa su fresco vocerÃo
de racimos, semillas, animales.
Camino de la fuente pasaban las muchachas.
Y tu conocimiento era amor y caricia
que rozaba las cosas por miedo a despertarlas
de su encanto letárgico, como conversaciones
de otoño en el crepúsculo durmiente de las parras.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Oscura era tu vida en aquel pueblo.
Lo conocÃas todo, el muro, la calleja,
el viejo Ayuntamiento, destartalado y húmedo;
la fuente, la estación, la sacristÃa.
La tuya debió ser juventud de ojos grises,
capa con vueltas rojas, paseos a caballo,
novia en Doña MencÃa o en Lucena,
versos de amor y de contrabandistas.
Al repasar los viejos caminos de las viñas
no pensabas en nada ni veÃas siquiera
los lagares, los pobres arrieros,
la Ermita de la Virgen en las cumbres.
Tan hondo sentimiento invadÃa tu alma,
que no acertaste nunca a decirlo en poesÃa.
¿Quién dirá la belleza solitaria del lirio?
Por la flor más humilde la palabra es vencida.
Sufrimiento adorable de sentir cómo es bella
la tierra en que nacimos y no poder cantarla,
a no ser una noche de primavera triste
con la guitarra oscura de vinos y nostalgias.
Mientras otros en las ciudades, aplaudidos
como tenor de moda, recogÃan el triunfo,
tú, lento por la luna, a tu casa volvÃas
desde la reja del amor nocturno.
El alba despertaba corrales y sembrados.
La mañana encendÃa su fresco vocerÃo
de racimos, semillas, animales.
Camino de la fuente pasaban las muchachas.
Y tu conocimiento era amor y caricia
que rozaba las cosas por miedo a despertarlas
de su encanto letárgico, como conversaciones
de otoño en el crepúsculo durmiente de las parras.
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Poemas de Navidad
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Infantiles
Perdón
Religiosos
Tristeza y Dolor
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