Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
-La bella mal maridada,
de las lindas que yo vi,
véote tan triste enojada;
la verdad dila tú a mÃ.
Si has de tomar amores
por otro, no dejes a mÃ,
que a tu marido, señora,
con otras dueñas lo vi,
besando y retozando:
mucho mal dice de ti;
juraba y perjuraba
que te habÃa de ferir. -
Allà habló la señora,
allà habló, y dijo asÃ:
-Sácame tú, el caballero,
tú sacásesme de aquÃ;
por las tierras donde fueres
bien te sabrÃa yo servir:
yo te harÃa bien la cama
en que hayamos de dormir,
yo te guisaré la cena
como a caballero gentil,
de gallinas y capones
y otras cosas más de mil;
que a éste mi marido
ya no le puedo sufrir,
que me da muy mala vida
cual vos bien podéis oir. -
Ellos en aquesto estando
su marido hélo aquÃ:
-¿Qué hacéis mala traidora?
¡Hoy habedes de morir!
-¿Y por qué, señor, por qué?
Que nunca os lo merecÃ.
Nunca besé a hombre,
mas hombre besó a mÃ;
las penas que él merecÃa,
señor, daldas vos amÃ;
con riendas de tu caballo,
señor, azotes amÃ;
con cordones de oro y sirgo
viva ahorques a mÃ.
En la huerta de los naranjos
viva entierres a mÃ,
en sepoltura de oro
y labrada de marfil;
y pongas encima un mote,
señor, que diga asÃ:
«Aquà está la flor de las flores,
por amores murió aquÃ;
cualquier que muere de amores
mándese enterrar aquÃ.
que asà hice yo, mezquina,
que por amar me perdÃ.-»
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