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El rio de las minas - Poemas de Ruben Dario Alvarez



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El rio de las minas
Poema publicado el 17 de Septiembre de 2011

RIO DE LAS MINAS



Desde el día que encorsetaron, tu sinuoso esqueleto
De rocas marinas, como si fueras una dama del novecientos.
Se acabaron para siempre tus desbordes, de porfiada iracunda,
Pusieron atajo a tu vacilante andar de ebrio perdido,
Te quitaron la costumbre de colocar tus riberas, más allá de los límites, terminaron con tus arrebatos juveniles, cada vez que asomaba la primavera, te ordenaron morir en las riberas del Estrecho, marchando en línea recta, como escuadrón Espartano.
Parte del lecho te robaron, ahí donde dormías tus inviernos,
Bajo sabanas de hielo, para convertirlo en depósito de basura,
O de casas arrimadas con arquitectura de escombros.
Cambiaron el rostro que conocí desde niño, borraron de ti, esa
Mueca traviesa que dibujabas en los mapas. Hasta te han prohibido
El gesto prodigo, de poner en manos pobres, el escuálido fruto de
Tus arenas auríferas. Ya no volveremos a navegar por tus aguas,
En frágiles barcas de papel, ya no podremos patinar por tus gélidos espejos, ni descubrir asombrados, como con tus manos de cavador
Milagroso, armabas, desarmabas; islas y archipiélagos, cambiando
El paisaje con diestra geometría. Contigo se quedaron parte de mis sueños, contigo se perdieron las aventuras de niño, Sandokan quedo prisionero en un pequeño desván, Smith, el bucanero de la pata de palo, desapareció tras mi primer vaso de alcohol.
En un largo brete te han encerrado, han adelgazado tus orillas
Domesticando tus impulsos arrebatados, ya no llegaras tronando los aires, rompiendo la paz de los poblados Dálmatas, ni sepultaras
Bajo un manto de lodo, en noches de terror y espanto, el preciado tesoro culinario de verduras y castraditas. Te han obligado a reprimir tus rebeldías, acabas por entregar la oreja, como la generación que vivió tu fuerza liberta, así nuestros años se han perdido irrenunciables, pero tú  seguirás entregándote a la mar ávida, mientras las montañas te provean, el caudal de aguas no comprometidas. Amigo mío, para muchos fuiste, una fea cicatriz en la cara de mi ciudad, para mi, eres una herida por donde se escapo el tiempo, un lugar sagrado, donde enterré mi infancia.


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