Un beso en blanco
Poema publicado el 23 de Septiembre de 2013
Un beso en blanco
Huele a sol tu boca:
provincia y fécula acendrada,
matiz de pájaro y silbido.
Tiene esa latitud de labio y de sabores,
esa geometría indispensable de carne y vegetales.
Lleva esa voz matutina de arrozales.
Hoy huele a luz tu boca:
va encendida de esperanza,
a la jornada que desgrana,
a la piel de un beso cuando habla.
Hoy huele a vid tu boca:
a una uva roja y de racimo,
al zumo cuando exprime
su fermento encendido,
a esa dulce, embriagante
posesión de lo prohibido.
Hueles a la sombra, a la textura del capricho:
hilada y cayendo, desgajándote en suspiros,
en el torrente indestructible y cristalino.
Llevas el sabor del fresco
prescribiéndose en latidos,
a la menta matutina que enjuaga las encías
y deja la delicia de tallarse con caricias;
a un cepillo, en carda y fino,
que frota y besa haciendo mimos.
Hueles a un silencio por demás introvertido:
a una boca de silencios,
a unos labios de silencios,
a una lengua extraordinaria y de silencios,
a un sollozo y un arrullo de silencios.
Hoy hueles al sabor que me trastoca:
a esa boca que devora,
a esa boca primigenia que extasía,
a esa boca de betún y de ambrosía,
a esa inquietud que embiste y desvaría.
Hoy tienes el sabor de todo:
hueles a tejido, a carne viva,
a la mínima pureza, a la máxima destreza,
al Gibraltar sobre la boca,
a una península distante.
Hoy llevo tu sabor sobre la ropa
y el olor de cumbre y mariposa,
la voz de un siglo en los Andes concebida,
la mítica delicia de un quetzal,
la llama en la altura incomprendida.
Hueles a sol, mujer, hueles a día.
Hueles a cielo y a cabello,
a nupcial beso entretejido,
a un altar de traje arrebolado,
a un beso jamás ya declarado;
a ti misma…
Hueles como el cielo azul y triste.
Hueles a ti…
Y hueles de manera tal
que queriéndote te absorbo.
Hueles al amor, mujer…
a un beso dulce y deletreándose despacio.
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Poema publicado el 23 de Septiembre de 2013
Un beso en blanco
Huele a sol tu boca:
provincia y fécula acendrada,
matiz de pájaro y silbido.
Tiene esa latitud de labio y de sabores,
esa geometría indispensable de carne y vegetales.
Lleva esa voz matutina de arrozales.
Hoy huele a luz tu boca:
va encendida de esperanza,
a la jornada que desgrana,
a la piel de un beso cuando habla.
Hoy huele a vid tu boca:
a una uva roja y de racimo,
al zumo cuando exprime
su fermento encendido,
a esa dulce, embriagante
posesión de lo prohibido.
Hueles a la sombra, a la textura del capricho:
hilada y cayendo, desgajándote en suspiros,
en el torrente indestructible y cristalino.
Llevas el sabor del fresco
prescribiéndose en latidos,
a la menta matutina que enjuaga las encías
y deja la delicia de tallarse con caricias;
a un cepillo, en carda y fino,
que frota y besa haciendo mimos.
Hueles a un silencio por demás introvertido:
a una boca de silencios,
a unos labios de silencios,
a una lengua extraordinaria y de silencios,
a un sollozo y un arrullo de silencios.
Hoy hueles al sabor que me trastoca:
a esa boca que devora,
a esa boca primigenia que extasía,
a esa boca de betún y de ambrosía,
a esa inquietud que embiste y desvaría.
Hoy tienes el sabor de todo:
hueles a tejido, a carne viva,
a la mínima pureza, a la máxima destreza,
al Gibraltar sobre la boca,
a una península distante.
Hoy llevo tu sabor sobre la ropa
y el olor de cumbre y mariposa,
la voz de un siglo en los Andes concebida,
la mítica delicia de un quetzal,
la llama en la altura incomprendida.
Hueles a sol, mujer, hueles a día.
Hueles a cielo y a cabello,
a nupcial beso entretejido,
a un altar de traje arrebolado,
a un beso jamás ya declarado;
a ti misma…
Hueles como el cielo azul y triste.
Hueles a ti…
Y hueles de manera tal
que queriéndote te absorbo.
Hueles al amor, mujer…
a un beso dulce y deletreándose despacio.
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