Romance intemporal
Poema publicado el 07 de Junio de 2019
ROMANCE INTEMPORAL
I
Como un libro de historia que no tiene comienzo,
y que, al leerlo todo, tampoco tiene fin,
vivimos este idilio extrañamente extenso
bajo el imaginario tono de un violín.
Ajenos al pasado, ajenos al futuro,
vivimos el presente sin otra aspiración,
porque era para amarnos el sitio más seguro,
y para ser perennes, también fue la ocasión.
Tu corazón y el mío traían una flecha
curtida por el tiempo, de nunca remover.
No tuve la certeza, pero sí la sospecha
de haberte conocido mucho antes de nacer.
II
Mucho antes de tu arribo, acaso te esperaba
en toda temporada como en todo lugar,
pero también llegaste como te imaginaba.
Después de tu partida, aún eres familiar.
Es como un tren vació que aún sigue por su lado,
donde ya no viajamos ninguno de los dos,
pero que nuestros puestos aún siguen reservados,
porque, al desembarcarnos, no hubo ningún adiós.
Amor que sigue estando al tiempo que se aleja,
en donde no he perdido ni soy el ganador.
Yo sólo sé que fuimos alguna vez pareja,
aunque no hubiera habido declaración de amor.
Querer fechar con día, con mes y año su inicio,
es revolver el tiempo fijándolo al azar.
Yo sólo entiendo que esto es como un viejo hospicio
donde no acabas de irte ni acabas de llegar.
III
Mi corazón aún vive de aquella profecía
que el tiempo o el destino no pueden resolver,
y aquella vieja puerta, por la que entraste un día,
aún sigue estando abierta por si quieres volver.
Y he de saberte mía, por más que en otros brazos
tú vivas prisionera, sin juez ni absolución.
Y, aunque sólo volvieras a recoger tus pasos,
caminaré contigo en larga procesión.
Sin ti, yo asumiré que sigo siendo tuyo,
aunque alguien ensombrezca esa suposición.
Y entre tus insepultos amores yo me incluyo
con la esperanza, un día, de una resurrección.
(del libro: Miel y Melancolía, 2019)
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Poema publicado el 07 de Junio de 2019
ROMANCE INTEMPORAL
I
Como un libro de historia que no tiene comienzo,
y que, al leerlo todo, tampoco tiene fin,
vivimos este idilio extrañamente extenso
bajo el imaginario tono de un violín.
Ajenos al pasado, ajenos al futuro,
vivimos el presente sin otra aspiración,
porque era para amarnos el sitio más seguro,
y para ser perennes, también fue la ocasión.
Tu corazón y el mío traían una flecha
curtida por el tiempo, de nunca remover.
No tuve la certeza, pero sí la sospecha
de haberte conocido mucho antes de nacer.
II
Mucho antes de tu arribo, acaso te esperaba
en toda temporada como en todo lugar,
pero también llegaste como te imaginaba.
Después de tu partida, aún eres familiar.
Es como un tren vació que aún sigue por su lado,
donde ya no viajamos ninguno de los dos,
pero que nuestros puestos aún siguen reservados,
porque, al desembarcarnos, no hubo ningún adiós.
Amor que sigue estando al tiempo que se aleja,
en donde no he perdido ni soy el ganador.
Yo sólo sé que fuimos alguna vez pareja,
aunque no hubiera habido declaración de amor.
Querer fechar con día, con mes y año su inicio,
es revolver el tiempo fijándolo al azar.
Yo sólo entiendo que esto es como un viejo hospicio
donde no acabas de irte ni acabas de llegar.
III
Mi corazón aún vive de aquella profecía
que el tiempo o el destino no pueden resolver,
y aquella vieja puerta, por la que entraste un día,
aún sigue estando abierta por si quieres volver.
Y he de saberte mía, por más que en otros brazos
tú vivas prisionera, sin juez ni absolución.
Y, aunque sólo volvieras a recoger tus pasos,
caminaré contigo en larga procesión.
Sin ti, yo asumiré que sigo siendo tuyo,
aunque alguien ensombrezca esa suposición.
Y entre tus insepultos amores yo me incluyo
con la esperanza, un día, de una resurrección.
(del libro: Miel y Melancolía, 2019)
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