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7 palabras - Poemas de Teodoro Delgado Palacios



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7 palabras
Poema publicado el 03 de Mayo de 2023

7 PALABRAS
Teodoro Delgado Palacios y Gema Sánchez )

Preámbulo.

Te miro, mi Señor, crucificado
y lloro al contemplarte agonizante.
Tus manos y tus pies han taladrado,
tu voz se desvanece suplicante.

Y allí, desde la cruz, esperanzado,
pronuncias con el alma la apremiante
palabra de tu Amor que, flagelado,
es paz de eternidad cicatrizante.

Tu voz desde el calvario me consterna,
lenguaje del Amor, del Alma pura,
del Padre la infinita bendición.

Palabras de bondad y vida eterna;
de paz, misericordia y de ternura.
Mensaje que es la voz del corazón.

Será mi inspiración,
mi vida, mi camino y mi alimento
tu Verbo, tu sublime Testamento.

I Palabra.

¿Qué te han hecho Jesús? Llegas a trozos,
y tu cuerpo y ropaje son jirones.
Flagelado y herido, entre sollozos,
intentando purgar culpas y acciones.

¿Dónde fueron, Señor, todos los gozos?
Te levantan en medio de ladrones,
se han jugado tu ropa, entre alborozos,
a los dados, aquellos centuriones.

Y entre el llanto de algunos, tus amigos,
y la turba que clama por flagelo,
tú no quieres herir ni maldecir,

no profieres tormentos ni castigos,
sino alzando los ojos hacia el cielo,
a tus jueces decides bendecir.

Y eliges redimir
a todos los que en males se complacen:
“Perdónalos, no saben lo que hacen”.

II Palabra.

Del Reino del Amor y la clemencia
llegaste, mi Mesías, Salvador.
Tu voz misericorde no sentencia
al fuego al penitente pecador.

Aquel que concertó con la violencia
te mira y te suplica, Redentor:
"Acuérdate de mí. En tu presencia
deseo estar por siempre, mi Señor".

Le miras a los ojos, compasivo,
enciendes una luz en su penumbra,
le abrazas con el alma conmovida.

Te mira esperanzado aquel cautivo,
deseoso de tu Reino, ya vislumbra,
el gozo sempiterno de otra Vida.

La paz llega a la herida,
y brota del silencio de improviso:
"Vendrás en este día al Paraíso".

III Palabra.

Pende el fruto del árbol y agoniza,
el telar de tu cuerpo se estremece,
el dolor en tu rostro se eterniza
y tu aliento en el viento desvanece.

Tanta saña en tu lienzo me horroriza,
el vigor de tu rostro languidece,
la serpiente mortuoria se desliza
circundando tu voz cuando atardece.

Y en la cumbre profusa de la hiel,
no queriendo dejar a la deriva
al rebaño que amaste en este mundo,

viendo allí a tu discípulo más fiel
y a María, por el dolor cautiva,
tú pronuncias desde el amor fecundo,

con tono muy profundo:
“Mujer, madre, aquí tienes a tu hijo,
Juan, aquí está tu madre, tu cobijo".

IV Palabra.

Jesús, experimentas soledad,
fugaron tus amigos más cercanos.
Parece que ha triunfado la maldad
de necios y rivales inhumanos.

¿Acaso no importó la caridad?
¿Tu amor y tus milagros fueron vanos?
Es tarde, se encumbró la oscuridad,
se burlan los escribas, los ancianos.

Te hiere: la traición mordaz de Judas,
la ausencia de la fe, la cobardía
de Pedro que juró ser siempre fiel.

Es cruenta tu aflicción y sangre sudas,
se suma el abandono a tu agonía,
las penas son espinas en tu piel.

El néctar se hizo hiel.
Y gimes con el salmo veitidós:
"¿Por qué me abandonaste Padre Dios?"

V Palabra.

Se te pueden contar todos tus huesos,
destrozaron tu cuerpo que es sagrario,
provocando esos bárbaros sucesos
del vía crucis que lleva hasta el calvario.

Mis pecados, delitos inconfesos,
vierten ríos de sangre en tu sudario;
mas tu amor y piedad siguen ilesos,
tras el crudo cortejo funerario.

Casi expiras Jesús, pero… ¡Imposible!
Aún te queda, de aliento, algún resquicio
que mantiene a tu amor por siempre alerta,

inefable, perenne, inmarcesible.
Un desierto erosiona en el suplicio
a tu lengua que luce casi yerta.

Y en la escarpada incierta,
pronuncias: “Tengo sed” desde el madero,
y vinagre te ofrece el cruel venero.

VI Palabra

Honrados por la estrella de Belén,
tus ojos contemplaron a María.
La humilde servidora dijo: "amén",
y en Ella se cumplió la profecía.

Pasaste por el mundo haciendo el bien,
mas, llega oscuridad a mediodía.
Al Siervo condenó Jerusalén;
llegó profetizada tu agonía.

El grano en buena tierra fue sembrado,
y hoy muere germinando el don sublime.
¡Semilla que produce eternidad!

¿Estuvo tu destino ya trazado?
Tu sangre es río libre que redime;
lo escrito no te quita libertad.

Y brilla la verdad.
Tu voz se eleva al cielo, cual latido:
"Mi Abbá tu mandamiento está cumplido"

VII Palabra.

Desde la hora sexta a la novena,
un manto se ha extendido en tono oscuro.
El mal entre el tumulto hace verbena,
pero morir ahora es prematuro.

El velo, desde el templo, con gran pena,
se rasga a la mitad al ver al Puro
y Santo Hijo de Dios en su condena.
Con mi culpa tu rostro desfiguro.

Te miro agonizar Santo Varón,
y el llanto, de llorarte, no me alcanza;
me duele ver cortar la verde rama,

y siento que se parte el corazón.
El alma encadenada a una branza
solloza y por piedad al Padre clama.

El cielo ya te llama,
y elevas la mirada a Dios diciendo:
"Mi Padre,  mi Espíritu te encomiendo".


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