Hay días tristes.
Poema publicado el 10 de Septiembre de 2025
Hay días tristes donde el cielo parece llorar despacio,
y el viento lleva consigo un murmullo de soledad,
entonces el alma se esconde en sus propios recuerdos,
como un viajero que extravía el mapa de su destino,
buscando en la penumbra una chispa de ternura.
Hay días tristes en que la ausencia se vuelve palpable,
una caricia que nunca llegó, un abrazo suspendido,
y el corazón, tembloroso, late como un niño perdido,
rogando a las estrellas que alguien lo mire,
y devuelva a su noche la certeza de un mañana.
Hay días tristes donde el amor se viste de silencio,
y las palabras guardadas pesan más que el tiempo;
las manos se extienden hacia lo invisible,
queriendo atrapar un suspiro que se escapa,
como arena que resbala entre los dedos.
Hay días tristes en que la memoria es un océano,
con olas que traen besos que nunca se borran,
y naufraga el espíritu entre nostalgias ardientes,
preguntándose si el amor fue sueño o verdad,
si lo perdido aún canta en algún rincón oculto.
Hay días tristes, pero incluso en ellos florece el deseo,
porque el amor, aunque dolido, nunca muere del todo;
permanece como fuego escondido bajo las cenizas,
como un jardín secreto esperando la lluvia,
como un corazón que insiste en volver a amar.
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Poema publicado el 10 de Septiembre de 2025
Hay días tristes donde el cielo parece llorar despacio,
y el viento lleva consigo un murmullo de soledad,
entonces el alma se esconde en sus propios recuerdos,
como un viajero que extravía el mapa de su destino,
buscando en la penumbra una chispa de ternura.
Hay días tristes en que la ausencia se vuelve palpable,
una caricia que nunca llegó, un abrazo suspendido,
y el corazón, tembloroso, late como un niño perdido,
rogando a las estrellas que alguien lo mire,
y devuelva a su noche la certeza de un mañana.
Hay días tristes donde el amor se viste de silencio,
y las palabras guardadas pesan más que el tiempo;
las manos se extienden hacia lo invisible,
queriendo atrapar un suspiro que se escapa,
como arena que resbala entre los dedos.
Hay días tristes en que la memoria es un océano,
con olas que traen besos que nunca se borran,
y naufraga el espíritu entre nostalgias ardientes,
preguntándose si el amor fue sueño o verdad,
si lo perdido aún canta en algún rincón oculto.
Hay días tristes, pero incluso en ellos florece el deseo,
porque el amor, aunque dolido, nunca muere del todo;
permanece como fuego escondido bajo las cenizas,
como un jardín secreto esperando la lluvia,
como un corazón que insiste en volver a amar.
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