Ensoñaciones
Poema publicado el 28 de Septiembre de 2016
Hacia la Fuente de los Baños
delicia y quietud, arpegios montaraces,
paciente discurrir hacia el ocaso,
se dora el Espadán, y en estos lares
un impulso pánico me asalta:
morar para siempre entre pinares,
siringa en mano, burlón asceta
(que si el Cielo mude mis carnes,
no hará otro tanto en mi condena).
La Rueda divina está encantada,
¿dónde perdió la Ocasión su trenza?;
hacia la fuente de los Baños,
amiga, hermosa, mis pasos no llegan,
resuenan las notas de un ditirambo
que arruina y aturde la mía cabeza
-no es fonda y sosiego el camino,
es dolor que otros dolores deja-.
Sigue el gran Astro cayendo,
los huertos son otras Hesperias
y un labrador de piel terrosa
un gesto ateniense muestra.
Llegó a su fin el paseo,
su calle de júbilo es llena,
(así debieron hallar el Edén
el padre Adán y su compañera)
¡Y venga raudo Morfeo,
y siga labrando mi senda!
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Poema publicado el 28 de Septiembre de 2016
Hacia la Fuente de los Baños
delicia y quietud, arpegios montaraces,
paciente discurrir hacia el ocaso,
se dora el Espadán, y en estos lares
un impulso pánico me asalta:
morar para siempre entre pinares,
siringa en mano, burlón asceta
(que si el Cielo mude mis carnes,
no hará otro tanto en mi condena).
La Rueda divina está encantada,
¿dónde perdió la Ocasión su trenza?;
hacia la fuente de los Baños,
amiga, hermosa, mis pasos no llegan,
resuenan las notas de un ditirambo
que arruina y aturde la mía cabeza
-no es fonda y sosiego el camino,
es dolor que otros dolores deja-.
Sigue el gran Astro cayendo,
los huertos son otras Hesperias
y un labrador de piel terrosa
un gesto ateniense muestra.
Llegó a su fin el paseo,
su calle de júbilo es llena,
(así debieron hallar el Edén
el padre Adán y su compañera)
¡Y venga raudo Morfeo,
y siga labrando mi senda!
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