Escarceos...
Poema publicado el 29 de Septiembre de 2016
Hallados en la senda que conduce
a los templos de Príapo, decía
la voz de la conciencia escrupulosa:
"guárdate, Caminante, en esta vida
de encantos que incubasen en su vientre
al cauto de pasiones, felonías
de promesas, entre efluvios familiares...
¡tan preciosas son, recién nacidas!
Hablábame el Guardián de lo Sensato,
-cráneo amarillento, barbas pías-;
dejábanla las Musas exigentes
por escandalosa y niña.
¿Qué dice, en verdad, al hombre
la belleza, si presta se inclina
su débil voluntad, como en agosto
las rubias mieses hacia el mediodía?
¿Quizá veamos, y al acto se borren
del pensamiento, no bien nos miran,
minúsculos sentires, que en el aire
cobran invisible forma, y lían
los ebúrneos dedos de las Moiras?
¿Quién nuestros pasos encamina?
Me basta un deje de emoción
para estallar en loas y homilías
al prosaico vulgo, refiriendo
el crudo incendio que me excita.
Todo desconoces -y no reprocho-
de aquel que en frente tuyo aparecía
profano de cortejos y escarceos,
¡impensable analfabeto en caricias!
Enclaustrado, apenas el Genio reconoce
¡triste espectáculo!, su amo de rodillas.
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Poema publicado el 29 de Septiembre de 2016
Hallados en la senda que conduce
a los templos de Príapo, decía
la voz de la conciencia escrupulosa:
"guárdate, Caminante, en esta vida
de encantos que incubasen en su vientre
al cauto de pasiones, felonías
de promesas, entre efluvios familiares...
¡tan preciosas son, recién nacidas!
Hablábame el Guardián de lo Sensato,
-cráneo amarillento, barbas pías-;
dejábanla las Musas exigentes
por escandalosa y niña.
¿Qué dice, en verdad, al hombre
la belleza, si presta se inclina
su débil voluntad, como en agosto
las rubias mieses hacia el mediodía?
¿Quizá veamos, y al acto se borren
del pensamiento, no bien nos miran,
minúsculos sentires, que en el aire
cobran invisible forma, y lían
los ebúrneos dedos de las Moiras?
¿Quién nuestros pasos encamina?
Me basta un deje de emoción
para estallar en loas y homilías
al prosaico vulgo, refiriendo
el crudo incendio que me excita.
Todo desconoces -y no reprocho-
de aquel que en frente tuyo aparecía
profano de cortejos y escarceos,
¡impensable analfabeto en caricias!
Enclaustrado, apenas el Genio reconoce
¡triste espectáculo!, su amo de rodillas.
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