Purgatorio
Poema publicado el 03 de Octubre de 2016
¡Cuán lejos tu figura me aparece,
en esta dulce evocación, ya tan borrosa;
escenas deshilachadas vuelven
con un millón de quebrantos y de sombras!
Te miro y no eres tú... ¿se ha ido aquella
que santificó unos días de noviembre?
¿Habráse perdido hacia la Historia, saeta
arrojada al vacío impunemente?
No es la misma que sustrajo, sin saberlo,
la esencia de mi ser para ofrendarla,
todo cuanto es oro al usurero:
al poeta, su verbo y su palabra.
Un aprendiz, un vago, un caminante,
yo sigo siendo un sueño que dormita,
yo sigo siendo un terco duermevela,
un desencuentro de impensables citas;
del fraile admirador, monje pagado
quisiera ser, quizá un buen día...
Quien llega tarde, sin conocer la prisa...
Soy un adorador de lo Ideal,
a ratos, furibundo idealista,
acreedor de Venus insondable
y poseo la entereza del semita.
De la aventura un terco fugitivo,
un tanto bohemio y cenobita.
Un chambelán de sangre azul,
adversario de la gazmoñería,
un sereno olvidadizo y holgazán,
desesperante Fénix de cenizas.
Creyente de una muy vaga bondad
pagana, justiciera e imprevista,
reaccionario en política de amar,
del onanismo acicate lerrouxista.
¡De tantas cosas demagogo, visceral
gregario en la corte modernista!
Soy un tritón contemplativo
de las sirenas fatales, cuando afinan
sus voces melífluas, sugerentes,
-la mano escamosa en la barbilla-.
Carezco del instinto y de la gracia
que ennoblecen, señalan e iluminan;
poseo algo quimérico, espectral,
alucinante, esperpéntico... ¿sería
aquello que tus ojos apresaron
en un instante de magia y alegría?
¿La gran Revelación que me otorgaste,
desnuda, cual herético adamita?
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Poema publicado el 03 de Octubre de 2016
¡Cuán lejos tu figura me aparece,
en esta dulce evocación, ya tan borrosa;
escenas deshilachadas vuelven
con un millón de quebrantos y de sombras!
Te miro y no eres tú... ¿se ha ido aquella
que santificó unos días de noviembre?
¿Habráse perdido hacia la Historia, saeta
arrojada al vacío impunemente?
No es la misma que sustrajo, sin saberlo,
la esencia de mi ser para ofrendarla,
todo cuanto es oro al usurero:
al poeta, su verbo y su palabra.
Un aprendiz, un vago, un caminante,
yo sigo siendo un sueño que dormita,
yo sigo siendo un terco duermevela,
un desencuentro de impensables citas;
del fraile admirador, monje pagado
quisiera ser, quizá un buen día...
Quien llega tarde, sin conocer la prisa...
Soy un adorador de lo Ideal,
a ratos, furibundo idealista,
acreedor de Venus insondable
y poseo la entereza del semita.
De la aventura un terco fugitivo,
un tanto bohemio y cenobita.
Un chambelán de sangre azul,
adversario de la gazmoñería,
un sereno olvidadizo y holgazán,
desesperante Fénix de cenizas.
Creyente de una muy vaga bondad
pagana, justiciera e imprevista,
reaccionario en política de amar,
del onanismo acicate lerrouxista.
¡De tantas cosas demagogo, visceral
gregario en la corte modernista!
Soy un tritón contemplativo
de las sirenas fatales, cuando afinan
sus voces melífluas, sugerentes,
-la mano escamosa en la barbilla-.
Carezco del instinto y de la gracia
que ennoblecen, señalan e iluminan;
poseo algo quimérico, espectral,
alucinante, esperpéntico... ¿sería
aquello que tus ojos apresaron
en un instante de magia y alegría?
¿La gran Revelación que me otorgaste,
desnuda, cual herético adamita?
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