A manuel marÃa
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
He aquà el mÃo,
vientre sin luz donde no vive nada.
He aquà la mañana
de otoño, con ordenadas nieblas sobre
el Ulla, en tristÃsima Tierra de Bea.
He aquà a los camaradas
perdiendo una batalla cada dÃa
y ganando el futuro y el fulgor
en los ojos y en las quijadas de metal.
He aquà al amigo
presente como los montes nativos coronados
de miedo.
He aquà las manos suyas
perdidas en el incansable dibujo de letras
como pequeños estandartes
en el destino nacional de piedra.
He aquà sus ojos
de terciopelo rural y deteniendo
el proceso de lo ruin; un conjuro
vegetativo, lento
como el pasar del Miño, cosa nuestra.
He aquà su presencia
terrenal, a través
de procesiones horribles de dÃas como lobos
proclamando dinamita oculta
como quien silba.
He aquà al poeta
hermano, innecesariamente evocado en otoño
porque hace mil años
que nacimos juntos en la cuna de piedra de nuestro idioma
y convivimos agrios.
He aquà su tierra
llana, como pecho tras el que combate un corazón
de pan y de amapolas y de avispas
en aquellos veranos lúcidos.
He aquà a su esposa
en la que quizás siembra palabras o estremecimientos
húmedos en el proceso del amor
que nunca acaba.
He aquà nuestra causa,
comunal como un monte o una playa,
que algunas veces se nos pone entre los dientes
y sólo podemos pedir patria o clase
sometida, hermano, sometida.
He aquà el granito
de su canto popular y limpio
y la bandera roja que nos viste
conjuntamente, preludio del sudario.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
He aquà el mÃo,
vientre sin luz donde no vive nada.
He aquà la mañana
de otoño, con ordenadas nieblas sobre
el Ulla, en tristÃsima Tierra de Bea.
He aquà a los camaradas
perdiendo una batalla cada dÃa
y ganando el futuro y el fulgor
en los ojos y en las quijadas de metal.
He aquà al amigo
presente como los montes nativos coronados
de miedo.
He aquà las manos suyas
perdidas en el incansable dibujo de letras
como pequeños estandartes
en el destino nacional de piedra.
He aquà sus ojos
de terciopelo rural y deteniendo
el proceso de lo ruin; un conjuro
vegetativo, lento
como el pasar del Miño, cosa nuestra.
He aquà su presencia
terrenal, a través
de procesiones horribles de dÃas como lobos
proclamando dinamita oculta
como quien silba.
He aquà al poeta
hermano, innecesariamente evocado en otoño
porque hace mil años
que nacimos juntos en la cuna de piedra de nuestro idioma
y convivimos agrios.
He aquà su tierra
llana, como pecho tras el que combate un corazón
de pan y de amapolas y de avispas
en aquellos veranos lúcidos.
He aquà a su esposa
en la que quizás siembra palabras o estremecimientos
húmedos en el proceso del amor
que nunca acaba.
He aquà nuestra causa,
comunal como un monte o una playa,
que algunas veces se nos pone entre los dientes
y sólo podemos pedir patria o clase
sometida, hermano, sometida.
He aquà el granito
de su canto popular y limpio
y la bandera roja que nos viste
conjuntamente, preludio del sudario.
De "Con pólvora y magnolias"
Versión de EloÃsa Otero y Manuel Outeiriño
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