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Canto i arayashiki - Poemas de Yonathan Gamba González



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Canto i arayashiki
Poema publicado el 14 de Septiembre de 2009

Las hojas caen de los enormes robles. La brisa tranquila golpeando mi cuerpo suavemente esta, como si la muerte arrullara a los desahuciados con ternura.

Veo el monte Revengeat al norte, contemplo los rostros de aquellos que me antecedieron y… todos ellos nacieron, vivieron, lucharon y murieron. ¿Por qué?

Talvez fue por estos fastuosos paisajes, por la luz que cada amanecer se desplegó en el horizonte. Afable luz que ya no veré, Calor que no sentiré, un sol que ya no podré adorar.

A la vez contemplo mi rostro al lado de aquellos inmortales y me cuestiono si merezco verme representado allí ser conocido y recordado como ¿hice lo suficiente por mi pueblo, por mi gente, por mi vida, por mi sueño, por… mí?

La gente me dio su confianza, pusieron sobre mí ser sus esperanzas, sus anhelos de vivir, las vidas de aquellos a los que aman, espero no haberles fallado, que se realizara todo lo que esperaban de mí.

Al horizonte se encuentran las casonas antiguas ¡grandes y acogedoras! Como aquella en la que viví de niño.
Tiempos aquellos que no volverán aunque en mis sueños regresare a aquellos valles verdes  ¡hermosas estepas!
El cielo azul decorado con las multiformes nubes. Colibríes, albatros, flamencos, águilas, mochuelos, murciélagos, canarios... Centenares de aves danzantes volaron entre las corrientes de aire que azotaban las praderas engalanadas por coloridas flores como: jazmines, lirios, pensamientos, rosas, orquídeas, tulipanes, magnolias y tantas otras de tantos colores y aromas como los campos elíseos, campos por los cuales corrían: conejos, cabras, elefantes, osos, manatíes, jirafas, perros salvajes, mandriles y tantos otros que corrían pradera abajo. Todos ellos, bañados por el arco iris y el apasionante sol que nos secaba luego de que lloviese, era el olimpo en la tierra.

Pronto mi madre llegaba a los campos y furiosa de inmediato me regañaba por permitirme empaparme por la lluvia y como jugaba con los dientes león mi ropa quedaba sucia y mucho más impúdica, aquellos días llovía. Al final del regaño me regresaba a casa a empujones.

Por el transcurso del camino le observaba a ella quien caminaba erguida seguramente por la ira que llevaba, llevaba la mirada fija sobre el camino. Esos ojos… los ojos de mi madre  aquellos que eran realmente únicos  ¡cafés! irradiaban luz como los campos de trigo. Sus cejas delineadas como la forma de las  montañas. Sus finas pestañas resaltaban onduladas como  ráfagas de viento que se llevan el pétalo por los aires.

Seguía caminando con paso raudo y veloz la prisa que llevaba permitía admirar Su pelo negro que caía por su cuello, espalda casi tocaba el suelo luego levantaba vuelo y se  proyectaban en su rostro con la sombra de sus rizos sedosos como  hilos de la mas fina tela que con gusto ayudaba  a peinar, Su colosal  belleza denotaba cuan magnánima era el aura en su interior.

Cuando tomábamos el camino directo para llegar a casa aprovechábamos para tomar un descanso. Mamá no decía nada tan solo recogía su pelo permitiéndome  observar su perfil de frente: su rostro cuan claro era  asemejándose ala pulcra luna ¡quien envidiaba la perfección de mi madre!

Por fin veíamos la casa a lo lejos, mientras la divisábamos mamá empezaba a hablar, su boca pequeña de labios rojos como la sangre. Sus dientes blancos reflejaban la luz del día cuan esplendidas murallas eran sus dientes no permitían que los espíritus entraran en su interior.

Por fin  llegábamos a casa  aquellos brazos que a la fuerza me trajeron ahora tenían una nueva función…
Primero mamá me advertía que le contaría a papá que me escape sin permiso y  luego me gritaba que la había puesto muy preocupada y de voz fuerte pasaba a una candida y dulce con la cual expresaba su tristeza, pronto me abrazaba y entre frase y frase que me decía, lagrimas de plata  caían por su rostro como perlas en un collar.


La tristeza de mi madre me dolía tanto que yo también derramaba llanto, pero pronto mamá sobreponía sus blandas manos entre un delicado pañuelo y mi rostro con el cual secaba mis lágrimas. Levantaba la cara y sentía las manos de mi madre que se asemejaban a los pétalos de los tulipanes,

Pronto veía que las lágrimas del rostro de mamá se evaporaban y que su semblante cambiaba ahora una sonrisa tranquila tenía ella como en arco permitiendo admirar sus delicados pómulos que se asemejaban a los fantásticos valles por los cuales previamente había jugado,  la punta de  sus pómulos un tanto rojiza por el sol ¡eran tan glamorosos como el ocaso!

Su mirada fija sobre mi como cuidando minuciosamente de que siguiese ahí, de que nada me faltara, de que nada me dañara…
Talvez también me olía tratando de reconocer mi aroma, con esa nariz que había quedado roja luego de que llorara. Se veía como una hermosa Hibiscus.

Al final su expresión en el rostro era tan aduladora como una sagrada ninfa. Luego de que pasaran  las penurias llegaba el momento de ser feliz, Lugo de que me bañase y  cambiase me invitaba a jugar alas escondidillas lo cual era grandioso, Aprovechando que la casa era enorme, mi casa tan grande, ¡mi casa aposento sagrado, templo de la paz y armonía universal en la cual habitamos completamente felices!


Al final del día cuando las sombras sucumbían en su universo oscuro y luego de que el juego con mamá finalizase. Aparecía mi padre  con una sonrisa radiante de oreja a oreja.

La presencia de papá tranquilizaba a mi madre y le llenaba de expectativa y con un fugas beso, mamá lo recibía y aprovechaba el momento para cumplir su afirmación por cuanto le contaba mi aventurilla en el valle y le pedía que hablase conmigo.

Yo también estaba muy contento de que papá hubiese llegado pero cada paso que daba para acercarse a mi era como una puntilleada en mi corazón, su mirada fija sobre mi y su expresión en el rostro de seriedad. El era un poco más alto que mamá pero sin duda mucho más imponente, su perfil siempre tranquilo.

Al fin llegaba hasta mi, yo agachando la cabeza en forma de penitencia no veía cuando el, el, eeeeeel. ¡Firmemente ponía su mano en mi cabeza y relajadamente me acariciaba! Su voz tranquila me decía que debía hacer mayor caso a mamá y que por esa travesura seria castigado con un castigo ejemplarizante.

Al final de la charla y con la luz en sus ojos ¡verdes como las esmeraldas! Y puesto que había llegado muy cansado de la mina sumado a que se encontraba algo molesto por mi comportamiento se negaba a jugar conmigo.

Pero su orgullo moría pronto y al fin decidía jugar conmigo por lo menos mientras estaba la comida, juntos entrábamos al mundo del nunca jamás donde el tiempo no nos pasaría y las aventuras de acción, drama, suspenso, ficción, hasta de terror si la imaginación nos alcanzaba para tanto como sea en lo posible rompíamos las barreras de la realidad haciendo del mundo un paraíso perdido.

Las cejas de papá eran bastante pobladas al igual que sus pestañas y su brochesco bigote, su nariz grande me permitía llamarlo Capitán Garfio.

Por fin el sueño se rompía y realidad succionaba mis inolvidables aventuras mamá nos llamaba a comer y cargándome papá me llevaba al comedor, ¡mamá debía ser una diosa ya que día tras día nos entregaba en la mesa la mas soñada ambrosía!

Así  los días terminaban cuando los sueños por fin entrelazaban mi cuerpo entre sus distorsionadas ilusiones con ello los recuerdos de mi infancia se unen a mi y me permiten estar un paso más cerca del cielo.


EL FIN…


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