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Preludio - Poemas de Alberto Angel Montoya



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Preludio
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

...Cecil, van a talar el      bosque.
Un día florecieron tus manos en la ausencia
de la luz que tu mano resumía...

       

Era octubre, y la doble      florescencia
de tus manos -estrellas sin distancia-
inventaba la luz con su presencia.

       

Tu belleza era sólo tu      fragancia
para mí que en la sombra te sentía,
y tu talle en mi brazo tu distancia,

       

y tu nombre el lenguaje de      la umbría
con aquel cecear de hojas de viento.
Era octubre, era invierno y eras mía.

       

Eras más que mujer, un      pensamiento
hacia una mujer, que me viniera
vuelto perfume y sílaba en el viento.

       

Y el bosque todo en sus      rumores era
tu nombre tantas veces repetido
como hojas vio nacer la primavera.

       

Iba el viento a tu cuerpo      tan ceñido
y tú a mí tan ceñida entre la bruma,
que fue de bruma y viento tu vestido.

       

No más así sentirte era la      suma
visión de tu belleza reclinada
contra el amor, al viento y a la bruma.

       

No más así eras toda. Tu      mirada
debió copiar la senda ensombrecida,
y yo sé que vagué por tu mirada.

       

Yo sentí tu melena      distraída,
como otro sol tendido a la tiniebla,
flotar sobre mis sienes y mi vida.

       

Tu nombre. El bosque. Y un      rumor que puebla
con tu nombre no más el bosque entero.
Y tú de viento, de perfume y niebla.

       

Tú, alta y fina no más por      el sendero.
Nada más que alta, perfumada y fina.
Y yo hallando en tu brazo otro sendero.

       

La mano que seduce y que      adivina
erraba varonil y silenciosa
de una mínima fronda a una colina.

       

El lirio dúctil y la erecta      rosa.
Fingido miedo y mentirosa huida,
porque encontré la negra mariposa
       
del invierno en tu sxo detenida.
Cómo la mano varonil y errante
supo acercar tu carne estremecida

       

a ti misma que huías del      instante
acercándote más, y aún más cercana
fingías defenderte aún más distante.

       

Ni más dulce blancura ni      más grana
tuvo el viejo cantar cuando decía,
"hay leche y miel bajo tu lengua, hermana".

       

Hoja a hoja el invierno      descendía:
Era tu nombre sobre el mundo, eterno.
Cecilia...El bosque....Tu esbeltez....Un día....

       

Cuán cálida estación fue      aquel invierno.

       


       




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