Aquella chica hermosa
Poema publicado el 30 de Enero de 2020
Ella me miraba, me miraba como si me conociese, como si fuera un segundo encuentro, pero ambas sabíamos que no era así. No podía dejar que ella notará mis manos sudorosas, mi mente tratando de descifrar sus pensamientos, y sus deseos. Cuando me tomó por las manos fui incapaz de limitarme de mirarla también. No supe que hacer. Ella estaba frente mío, como lo había deseado hacia tanto tiempo. La odié, la odié por hacerme sentir eso que estaba sintiendo en ese momento, no sabía que era, jamás lo había sentido, era algo que mi ser desconocía. Me odiaba aún más a mi por permitirle que lograra desarrollar dicho sentimiento tan destructivo. Tenía poder sobre mi aquella chica hermosa. Sin embargo, me rehusaba a que esos simples escasos segundos se terminaran, quería estar ahí, junto a ella, junto a su compañía cálida que me complementaba y que me hacía conocerme cuando más me desconocía. Su mirada era delatadora, sabía que ella deseaba besarme tanto como yo lo deseaba también. Sus ojos miraban mis labios. Yo no sabía qué hacer. Se miraba excitada. Cosa que yo tampoco pude ocultar. Se acercó a mí con delicadeza tomándome por los hombres y acariciando mi barbilla, sin darme cuenta fui yo quien la besé primero. Después no pudimos parar, los segundos pasaron cual lluvia en plena tormenta. La amé, y ella aprendió a querer.
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Poema publicado el 30 de Enero de 2020
Ella me miraba, me miraba como si me conociese, como si fuera un segundo encuentro, pero ambas sabíamos que no era así. No podía dejar que ella notará mis manos sudorosas, mi mente tratando de descifrar sus pensamientos, y sus deseos. Cuando me tomó por las manos fui incapaz de limitarme de mirarla también. No supe que hacer. Ella estaba frente mío, como lo había deseado hacia tanto tiempo. La odié, la odié por hacerme sentir eso que estaba sintiendo en ese momento, no sabía que era, jamás lo había sentido, era algo que mi ser desconocía. Me odiaba aún más a mi por permitirle que lograra desarrollar dicho sentimiento tan destructivo. Tenía poder sobre mi aquella chica hermosa. Sin embargo, me rehusaba a que esos simples escasos segundos se terminaran, quería estar ahí, junto a ella, junto a su compañía cálida que me complementaba y que me hacía conocerme cuando más me desconocía. Su mirada era delatadora, sabía que ella deseaba besarme tanto como yo lo deseaba también. Sus ojos miraban mis labios. Yo no sabía qué hacer. Se miraba excitada. Cosa que yo tampoco pude ocultar. Se acercó a mí con delicadeza tomándome por los hombres y acariciando mi barbilla, sin darme cuenta fui yo quien la besé primero. Después no pudimos parar, los segundos pasaron cual lluvia en plena tormenta. La amé, y ella aprendió a querer.
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