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Tankas - Poemas de Alejandro L Montes



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Tankas
Poema publicado el 19 de Marzo de 2023

Tankas.







Otomo Ktuba






Poesía.

Hace más de mil años que se escribieron los primeros tankas, su cuestionable utilidad poética: transmitir mensajes secretos entre amantes en forma sintética y compleja, versos; síntesis de tempestuosa noche de sexo, volver a las maneras y palabras galantes, agradecimiento al proporcionador de tantos placeres, no está en discusión.
Escritos en abanico samuráis, o amarrados a un botón en flor, eran entregados en propia mano por un mensajero que esperaba… le entretenían para esto... mientras la parte proporcionada escribía un tanka, otro, en respuesta al primero que regresaba con el mismo mensajero… Estos debían ser lo suficientemente crípticos de talante tal que el intermediario quedase en babia si hubiera intentado sorprender algún secreto… la poesía es el lenguaje ideal para esto, misterioso y ambiguo…
…así que lo más seguro que este esquema se repita infinitamente, y como todo el ejercicio poético tiene que ver con noches de amor intensas, entonces: estamos en babia ante todos los otros ejercicios poéticos, misteriosos. En babia…

 
Liz, flor…

¿…censuras?  Universales… mi amor.

I
Liz, flor… estás sonriendo a mis espaldas,
seguro que eso te tranquiliza.
De alguna de las muchas formas del universo que le rodean
–El universo puede ser un lugar muy violento–
le están llenando de felicidad y humedad.
Pero, Liz, flor… solo estás aquí, debajo de ese árbol casi desnuda
                            con su delicia de prenda ajustada,
                                   casi desnuda…
Porque ella sonríe y yo que torpemente interpreto su felicidad húmeda
                     cómo me da la gana.

Hay como danza en su cimbrear,
y su cintura, desarrollo húmedo y feliz de la materia,
como sus lindísimos glúteos, húmedos y desbordados, recuerdan que
el todo no es una simple
extensión de la materia.
Y la felicidad de mirarla, de saborearla en su sonrisa a mis espaldas,
de gozar sus grandes senos dorados en mi boca,
o la posibilidad de ver el gozo de sus labios y sus escorzos,
son un sueño.
Liz solo me mira, o creo que me mira, a mis espaldas.
Cuando trato de coger el gesto no hay nada.
Seguro eso la tranquiliza.
Ay, dios, mío.



 
20 años sin Babilonia…

Una vez recorría Babilonia y escuchaba a la turba de predicadores,
¡malditos evangelistas y catecistas turbios!, inquisidores.
Que traen la verdad en sus gritos insulsos,
y la turba, otra, la sigue y le escucha.
Yo sólo quería encontrar la humedad y el gozo en una mujer
de hace 20 años que encontré en Babilonia.

La ciudad es inmensa y el rey les deja hacer lo que ellos quieran,
Incluye: turba, multitud y oratoria insulsa, y ya dije, estorbar mi
       camino casi en turgencia;
porque desde que llegué estoy excitado y no me importa,
camino como si nadie pudiera verlo.
El recuerdo húmedo de una bella mujer blanca y de pelo largo
llena de orificios lubricados, gozadores.
—Por eso había arrojado mi lanza y mi escudo en el cuartel
y corrí a buscarla—, solo a ella, rezaba que estuviera bella
como hace 20 años,
en que cantaba canciones para mi desnuda y se chorreaba su cuerpo.
Debía ser de otro mundo.

Yo era un soldado antes, y ahora,
20 años después,
sigo siendo un viejo soldado
…soldado de la verdad…  dice mi general, pero soldado, sin ningún fin…
…solo piensa en arrebatar algunas vidas inocentes…  las menos,
arrebatar todo lo que encuentre de valor en el campo…  lo más,
y dejar que el general crea que me engaña, como el rey
que cree y sabe que engaña a todos.
Babilonia es grande, la ciudad es el paraíso del mundo, llena de brillos
y mujeres hermosas que me acosan, saben que soy un soldado viejo y rico
muy rico, por todos los cuerpos inocentes y las ciudades
que he masacrado,
porque yo, yo solo, he masacrado ciudades.
Pero ahora solo busco a mi chorreada babilónica, con te--s y culos
y orificios magníficos
y con la voz más tranquilizadora del infinito.

Después de un extrañamiento de 20 años, de solo recordar su voz,
—delicia suave que llena el aire, como flauta—
a veces el pífano del batallón me confundía, yo miraba, ¿dónde?
¿Dónde está? ¡Fue solo una vez, maldita!
Vibraaaaba.  Que me hiciste, que vibrar como cuerda
“que soldado más bello…”
Ay, esas palabras, esa delicia de cimbreado y manantiales.
Seguro que era una diosa y yo no creo en dios, ni dioses.
Dios es solo un invento del rey y del general para hacerme creer eso de
que soy:
…un defensor de la verdad, jajá.
Ahora mismo la única verdad seria penetrarla por la eternidad,
penetrar ese recuerdo de hace 20 años. Encontrarla.
Cuanto puede haberle hecho el tiempo a una diosa, seguro que nada.

La ciudad es inmensa y la llena la gente, la turba de tontos.
Terminar con uno de sus orificios, llenarla de placer
y empezar con otro y otro,
Hasta morir y dejar de ser el viejo soldado… defensor de la verdad.


 
Historia de cómo Heltel se hizo sabio.

Hentel, el egipcio, huía de sus perseguidores.
El bello Hentel, antes esclavo, ahora liberto
—una verdadera maldición— tuvo que huir de Tebas,
por el acoso de todos que querían poseerlo, amarlo, decían,
pero solo era seguir ese vacío animal y convertirlo en fornicación.
Hentel sabía mucho de eso,
aquí y allá todos querían metérsela,
o que Hentel sacara el prodigio de verga, rabón,
que le habían dado como castigo.
Ahora en el delta, en la ciudad de Alejandría, también le hacían huir.
Una señora se había antojado de él, antes un solado griego, y antes…
y así de muchos que le perseguían…
Por su belleza diciendo que le amaban.
Pero huía del amor, o eso que ellos llamaban amor.
Y siempre terminaba huyendo… la belleza es una maldición.
El prodigio de estar bien dotado, una gran verga,
un culo perfecto, anchos hombros, una altura de dios,
los ojos más bellos e iluminados de Tebas, y ahora de Alejandría.

Escapaba…
Entró por una ventana y terminó sacado de una loma de royos de papiros…
…y despertó dentro de la biblioteca.
Allí comenzó siendo un simple servidor, limpiaba y aprendía.
Nadie le molestaba, nadie le amaba por su apariencia,
por su rabón, su culón, sus hombros, sus ojos.
Era un hecho: solo le ignoraban.
Aprendía de uno de los sabios que le acogió y protegió del exterior.
Hentel, era muy joven, aprendió a leer en griego,
después a leer los papiros de su pueblo.
Después muchos otros idiomas, muchísimos
y los años pasaron, Hentel siguió siendo bello,
anciano bello, ahora sabio, todos le amaban y él amó.

Esa vez llegó un joven de Biblos, un esclavo destinado a la cocina
antes un cautivo que excitaba los remos,
antes un carpintero en la playa,
Pero Hentel descubrió que era un sabio.
Que traía la humanidad al mundo,
el amor verdadero y sabio.
Dorado. Parecía de otro mundo... era de otro mundo.
Debes amar verdaderamente al otro,
para encontrar en amor. Cuando le liberó como hicieron con él
esa vez en Tebas,
y le abrió las puertas de la sabiduría, como hicieron con él,
Hentel, sabía que estaba cambiando el mundo.
Cuando le hizo partir sólo con el reojo,
como sabio, para huir a sus playas de Judea
el joven ya tenía 33 años, la edad en que hombre se hace sabio,
comprendió que estaba girando el orbe magnifico que es el todo.
Trayendo una posibilidad del verdadero amor.
Tan sucio el todo. Falto de amor.


 
Empastes... 

Me encantan tantas cosas,
tantas suaves texturas en mis manos,
y tantos empastes de mi brocha
mágicos empastes
que termino perdiéndome en ellas.

Me encanta hacer dóciles pajas a hembras amorosas
que lanzan de mis labios sabias disertaciones
y tienen de mis manos delicias en mis dedos
y eso me encanta, las suaves prolongaciones
de hembras amorosas.

Que están llenas de empastes
delicias a mi boca.
¡Qué llenas de texturas!
Me hacen ser un sabio
de sábicas cuestiones.

No son tantas las cosas que como éstas, que me encantan,
pocas, que me encantan.




 
Un imposible…

Me Imagino en un dibujo,
en tu dibujo…

Tu magnífico cuerpón desnudo frente al cuadro me mira
desnudo también, ¡que licencias!,
hay calor en Madrid, mucho,
y la ciudad debe resistirse a la desnudez de la gente.
Yo desde el cuadro, desde las estructuras
me ilusionó,
que delicia de poder imaginarme contigo ahí,
desde el imposible dibujo.





 
Lecciones de Taoísmo.

—Tus dedos, ¿dónde están?
¡Qué delicia, Ale!, y… ¿dónde aprendiste eso?
—Años amor, años de búsqueda y de abandono.
y enciclopedias llenas de escrúpulos burgueses y patriarcales
—       ¡Qué ricos esos dedos! ¡Qué amor!
—Están también mis lecturas sobre erudición tántrica.
Hay también horas de ver buena pornografía, claro
alguna es buena, instructiva.
Esta también la necesidad de amor,
el amor es más dar placer que sentirlo.
— ¡Ay, que rico Ale, ay, dios!
—Esta, también, que recibí muchos regaños por mi torpeza,
regaños honestos en hembras duras y viriles,
y regaños en los ojos en hembras mansas, nada viriles,
pero que aman el amor de mis dedos.
— ¡Ay, pero que delicia de dedos!
— ¿Te hablé del sxo tántrico? En un principio pensé que era solo una expresión machista de dominación.
Estupidez patriarcal, taoísta.
¿Sabías que, Lao tse…? ¿odiaba los dioses…?
— ¡Ay, si, dime…! Pero no pares, que maravilla,
—…Lao tse, el filósofo de camino, el del Tao, termino siendo uno ¡Qué infeliz...!

…el ser ante la naturaleza, por eso es importante conocer el cuerpo perfectamente diseñado para el placer de una hembra, de la mujer…

Y eso me confundió, pensé que era machismo, que odio.
Debemos ajustarnos al camino, todo es el camino, el Tao.
Pero imagínate, los hombres le hicieron un dios, a él que odiaba a los dioses.
Eso del Tao, se puede traducir como natural, por sí mismo, sin dioses.
¡Jajá, y lo hicieron un dios!
—¡Ay, Ale!, ¡que ricos esos dedos! Sigue, sigue hablando, yo te escucho, ¡venditos sabios taoístas!
—La sabiduría nos libera, nos quita las trabas
y nos muestra el camino natural,
entonces es libertad, es lo que sientes en mis dedos, que te muestran el camino.
El Tao.
—¡Ajyyyyy, Bendito Tao! ¡Ayyyyy, que rico!
Húmedas playas

Estoy escribiendo una canción para ti
donde mi cuerpo se moja en las mansas playas
de tus entrepiernas.
¡Qué delicias de entrepiernas!  Tan llenas de la arena,
son tus playas.

Son tan amplias, tan blancas, tan imposibles, tan húmedas.
Las entrepiernas son tan pobladas de arena,
y las playas son como montes púbicos.
Las playas son tan calientes y potentes
y las entrepiernas pueden ser tan frías y tan domésticas.

Las entrepiernes pueden hacer que nos perdamos
entrepiernas boca arriba, húmedas
entrepiernas boca abajo, grande culones de hembras
son tan inmensa, infinitas… digo, unos y otras…
Las playas pueden ser un verdadero destino, un sinfín.

Las playas las recorremos infinitamente aburridos
las entrepiernas son brevemente infinitas e inagotables.
Las playas pueden ser una maravilla de negocio,
las entrepiernas son un negocio terrible,
animal, destructivo.

Todas tienen lo mismo, las playas y las entrepiernas:
mucha claridad, pobladas de arena, de pelos,
mucha trasparencia, llenas de oxigeno transparente.
Muchas arremetidas, de olas, y de piernas, y otros juegos.
              propios de las playas y las entrepiernas.
Mucha vida, llenas de furias de felicidad y euforias amatorias.
Esas cosas pasan en las playas y en las entrepiernas
 
¡Ay, amor! ¿Qué estoy haciendo…?

Ay, ayyy,
¿Que pueblan esas páginas a las que nos anclamos?
—Ella también diserta tocando entre mis páginas—
y entre mis cosas lee algún gesto dichoso,
que se confunde sabio, pero es solo pretensión:
en que la biblioteca se muestra en todo su encantamiento
y en todo el retorno que espero de algunos versos.
Que solo son descaro de mis dedos en su chochón.





 
Hay tantos extraños…

¿Flagelarte los muslos?
Lo de Biblos, Gebal, Yubayl, es siempre un enigma,
pero no me gusta la violencia,
no la entiendo en nada
menos la entiendo como amor,
yo, que adoraría atacar con furor tus nalgas.

Sabes que la primavera es exuberante.
La gente se vuelve loca porque la naturaleza se exaspera,
a mí solo me exaspera la gente
y sus malas interpretaciones del todo,
como si el todo debiera ser un simple fenómeno
y no un extraño. ¿Flagelarte?
Todavía no entiendo, yo…
yo que añoro apretar la inmensidad de tu culo duro.

¡Qué peregrino anhelo en un gesto goloso!






Venga.

Sí, tú…
…a ti te gusta esa otra entidad, ricura,
de invadir tus nalgas, buscando el gozo,
pero nadie me va a convencer ahora
de otra cosa: mi placer es egoísta, solo soy yo.

Puede llenar el mundo de algo bueno, sí,
y ahí, recuerdo siempre, la acuosa abundancia
en tu sxo furioso, y casi pendenciero,
más no faltante de belleza y de misterio,
que tanto buscan los ilustrados en las cosas,
en la fenomenología, y en los cultos secretos, ven.

Sí, tú, …aquello, fue supremo, colectivo big bang, 
comienzo del universo
y fue una como auténtica explosión, fue algo tan violento aquella vez
que tú me tocaste el pelo...
—¡Ay!, ¡qué lindo!, me gusto este.... —Dijiste.

Descubrimiento.

Se quedarán así, en éxtasis
y vas a tener un entendimiento mayor con ella,
al poner tus labios golosos en mi glande,
y que fluya en una danza la saliva de tu boca,
menage a true entre los tres: boca, glande… lengua.

Será la nueva mística,
sacramento de la saliva,
nuevos ritos, tan necesarios para el hombre.



 
Si te cojo esta noche

¡Si te cojo esta noche!,
¡Vas a gozar como loca!
Y no vas a poder olvidarte de mí
así, en místico éxtasis,
De las tantas ganas que te tengo…

…Disculparás mi torpeza
mi falta de adverbios,
de adjetivos buenos, de bellas palabras
de mis oraciones torpes.
Disculparás mis textos más de reguetoneros
que de amante sofisticado,
              que me creo.
Ay, querida, pero ganas te tengo.

Recuerdo una vez en que
tú no estabas, no existías,
leía unos tankas en la biblioteca,
las bellas muchachas sonrientes
pasaban por mi lado,
y yo ignorante de muchachas, de real sabiduría,
solo miraba tankas,
ricos haikus obscenos,
llenos de adverbialidad.
Recuerdo particularmente este:

“…gozando sobre las hojas de bambú/
sonoras hojas de bambú”

Sí, llenos de palabras bellas, giros…
pero no sé lo que me pasa
contigo,
que solo quiero resingarte.
Ponerte a gozar como loca.
Si te cojo amor,
si te cojo esta noche.


 
La estación y el tren…

Por las líneas vine el Tren
ruidoso, machacoso, rítmico.
En la estación solo estamos
              tú y yo…
…y hay otras, muchas, otra mucha gente,
muchísima gente, molesta gente.
Te lo digo porque me dijiste una vez,
aquella maldita vez, me dijiste:
…si no hubiera nadie te daría una rica mamada.
¡qué ganas tengo de chuparte
la pinga, dios!

Dijiste, fueron tus palabras,
y yo en mi timidez, solo sonreí,
aquella vez,
hace mucho tiempo.

Ahora… ahora,
cada vez que estoy acá,
en la estación, se me vuelve excitante
llena de gente, maldita gente
y yo estoy túrgido, excitado.
Mi pinga está llena de vida
mamable para ti, que…
me querías… mucho, aquella vez…

…ahora, estas ocupada
hablándome de los niños,
de cosas por comprar, cosas,
malditas cosas que no necesitamos.
¡Ay, como necesito tu boca
en mi glande!
Duro como loco.
Necesito tú amor.

La estación es demasiado
para mí, desde aquella vez.



 
¡Carajo! …los sueños.

Vi una muchacha en la guagua,
antes le había visto en un sueño.
Es ella, estoy seguro,
tenía su garbo,
sus bellos senos misilísticos,
su largo pelo caprichoso,
danzante.
Tenía su pubis caprichosamente
              –y descaradamente–
                     marcado,
como dos grandes y perfectas alas,
y tenía, estoy seguro,
su grandísimo culón.

Perversos sueños, perversos.
En este sueño ella me sonreía
y me hablaba
y caminábamos horas,
y hablábamos sobre todo.
Ella era perfecta, muy versada,
sabía sobre todo.
En un escorzo garboso y perfecto
de bellos senos
de pubis, de labios danzantes,
y de su gran culón, sabía, era muy versada.

Pero yo soy un estúpido, cobarde.
…Sueños.

Hoy,
ahora, estoy en una guagua,
y otra bella muchacha me habla,
y estoy seguro: nunca le había visto en mi vida,
ni en sueños, ni en ningún lugar.
Es una descarada, ¡qué descaro!
Dice ella que me había visto antes,
“…mi pelito… así, loco y largo…” dijo
“…y mis nalgas duras…”
hasta me las tocó,
“apretó suavemente”, sería justo decir,
sonriendo junto a mí.
Y a esa hora, ya no importó nada,
Si sabe algo, o si es sabia ni un carajo,
y yo ni recuerdo si sé algo
              yo mismo.
Los sueños a veces son solo una trampa,
y debemos despertar y buscar muchachas de verdad, ¡carajo!
Tan descaradas, jajá, en las guaguas,
son mejores, más sabias y bellas.
¡Carajo…!  ¡¡Carajo!!



 
Los límites.

¡Ay, malecón, que maravilla!
El agua, el muro, la gente, los recuerdos.
Todos frente a mí.
El agua, es una maravilla,
la inmensidad del mar, sus azules,
el desborde sobre el muro,
el todo del agua, el desborde.

El baluarte, con su obstinación, a pesar de los golpes
de las muchas grietas, y todo el crecimiento de musgos y de vida,
en algunos lugares hay que buscarlos,
persiste, persiste en las raíces de algún árbol obstinado,
que destruye todo, en su ciclópea.

La gente es otra maravilla acá,
se acomoda, se tira, y hace ruido en todo él.
En toda su extensión,
que está muy bien poblada, diez kilómetros de muro,
desde la ensenada de Marimela, ¿o la de Atares?,
—ya ni recuerdo y no importa—,
hasta la boca del Almendares, el muro está lleno de gente.
Son: millones, y todos hacen el amor, parece que conversan,
pero no, hacen el amor, se penetran.

Padres e hijos, y madres y sobrinos;
amantes y novios, y esposos
y todos los que se amen como se amen.
Y entonces vienen los recuerdos, vienen,
sí, los recuerdos, que también están ahí en el muro.
De todas las veces que vinieron, acompañados,
solos, y no solo, como ahora, y te alientas en todos esos recuerdos.

Recuerdo la vez en que tu saya larga y abierta
me dejaba ver tu miríada, y yo trate de tocarla,
sí, porque tocar es esencial para saber, para recordar,
saltaste sobre el muro, huiste sonriendo, y fue mejor, más intenso,
más rico, más alimento, como todo allí, que te alimenta.

Te alimentas del agua,
del muro
de la gente
y de los recuerdos, delicias de recuerdos. Calientes.
Muchos recuerdos, húmedos recuerdos,
furiosos.


El ballet …mi amor.

Las bailarinas están en el camerino
y yo en pasillo estoy en agonía,
hasta que salgan al proscenio, en agonía.

Solo soy el que abre los telones,
el que trae el agua que beben,
paso la voz del director a los camerinos
de los apuntadores y asistentes,
recojo sus zapatillas,
—ellas están en un sofoco con ellas—
cuando terminan, que es como si se desnudaran,
arrancan sus zapatillas y tutus, y quedan en sus interiores,
desnudas, —algunas hasta arrancan sus interiores—
sudadas y agotadas, excitadas, sonrientes…
Complacidas de aplausos, pero están comprimidas
dominadas por todos los tiranos
que las comprimen,
y se tiran en el suelo,
desnudan sus glúteos, y senos, y pies,
todos juntos: ¡los objetos más hermosos del mundo!
Como amo el ballet,
y los aplausos finales del ballet,
yo… que nunca puedo ver nada
que solo estoy en el los pasillos, en los claustros,
recogiendo tutus, zapatillas y blusas de sudores insinuados.



 
Estilos…

Hay nuevo Grafiti en la ciudad, grafitero maldito,
un nuevo estilo, recobrado y sucio.
Lleno de voluptuosidad y fuerza,
y tiene vuelto loco a los críticos, y a mí, por sobre todos.
Está recogiendo la ansiedad de la gente
que se para a mirar y detiene el tráfico caóticamente.
Ya no funcionan los semáforos y la policía está en una movilización
molesta.
El muy maldito grafitero hizo uno frente a mi ventana,
y alguien ya trato de borrarlo. No diré quién…
y les voy a explicar el por qué.

En la ciudad hay leyes, jajá, leyes extravagantes.
Son así:        
si coges al grafitero haciendo el grafiti, puedes arrestarlo,
arresto ciudadano, y llevarlo como infraganti a la estación, preso,
pero… si ya está hecho, en una pared sin propiedad
y sin uso, o sea, disponible,
ya no puedes tocarlo, pasa a propiedad de la ciudad.
Ni el propio grafitero puede tocarlo, censurarlo, retocarlo, nada.
Y al que trata de borrarlo… preso.

Jajá, la ciudad es un caos.

Antes, era un grafitero, yo,
uno bueno, amaba los muros y el caos.
Después terminé en una academia, …un artista,
vendí algo, bastante, y me hice crítico. Rico.
Gané mucho dinero, imponiéndole a la gente lo que me diera la gana,
diciéndole que colgar en sus paredes, ¿qué es arte y qué no?
Y vivo muy bien, en un buen apartamento con todas las comodidades.
Un crítico experto en Grafiti, después hasta me hice alcalde.
Ya saben, yo hice las leyes…





 
Habaneras…

En la ciudad —La Habana, por más señas—
las muchachas usan lencería fina,
muy atrevida,
y salen a la calle
bon mucha dignidad y sin complejos.
Sus te--s flotan y rebotan
y te apuntan como flechas
dentro de cómodos y transpirantes
brassiers de otras latitudes,
transparentes, muyyyy trasparentes,
aterciopelados.
Sus grandes y perfectos culos
modelados por las miradas,
la poesía y la cultivación libadora.
Llenos y desbordados
interiores, secretos en otros continentes.
Mas no aquí.

Y yo adoro a la Ciudad,
que ya denuncié como a La Habana,
floto, reboto, libo, desbordo en la Habana.
Mi sementalidad,
mi sensibilidad descarada,
como manantialita inagotable.
Feliz.

Solo temo una cosa:
Temo por las muchachas de la Habana.
Temo por la vocación dominadora y comercial
del animal humano
Por su estupidez y beatería,
por su egoísmo, y sus estúpidas y falsas entelequias,
ya sabes: dios, estados dictadores,
falsas utopías,
y no las construcciones reales… y presentes.
¡Ay, esas tonterías efímeras, humanas!
Y las necesidades comerciales de todos,
que pueden comerciar hasta con almas,
no digo ya cuerpos, gente, lencería fina bien rellena.
—¡Convertir a la gente en mercaderías, que asco! —

Pero al final, ¡Qué carajo!
No sé de qué me preocupo, ustedes no saben, pero…
¡Nadie puede con las muchachas de La Habana!
Nadie.

Epidemias…  Ciudades.

De la risa
del baile, de la danza, tarantelas.
Epidemias de fornicación,
desenfrenos
histerias colectivas. Ciudades.

Del canto
de la dicha sensible, de las rimas, ricas semánticas.
Epidemias de fornicación,
Desenfrenos,
histerias colectivas. Ciudades.

De la razón
el entendimiento, de la negación, gustosa negación,
—al final todas las cosmovisiones son solo imposición—
Hay que negarlas por ser basura.
Epidemias de fornicación,
Desenfrenos,
histerias colectivas. Ciudades.

De amor,
puro amor a lo otro, a los otros,
—quizás el verdadero quinto estado de la materia,
y no algo indefinido que buscamos en el engaño, solo amor—.
Epidemias de fornicación,
Desenfrenos,
histerias colectivas. Ciudades.

Epidemias, ciudades,
al final solo, y todo, no son más que:
Epidemias de fornicación,
desenfrenos,
histerias colectivas. Ciudades.



 
Ubi sunt


Nada de ti quedó acá, amada mía, Natura,
—ese fue el que mi madre te puso,
pero seguro el original era uno sonoro y más bello—
como nada de ti va a ser recordado.
¿esclava que mi madre,
o mi padre?
Puesta para enseñarme algo indefinido,
¿El amor?, ¿qué es el amor?

Disfrute de la enseñanza, cada parte de tu cuerpo
y cada una de tus caricias…
…disfrute de tus palabras.
Poética y artes amatorias.

“Tito, ven”, decía mama, y me preguntaba por ti,
yo era muy joven; amaba a mi madre en secreto.
Pero era su culpa, era muy bella, …muy buena, muy sensual junto a mí.
vestía y desvestía, y se inclinaba junto a mí como en una danza.

Mi padre nunca estaba, edil furioso,
antes, pretor, antes…
…y mi madre era muy sensual en sus clámides transparentes…
Y muy sabia, me trajo a Natura, que nombre más raro,
esclava griega, Mitilene,
me enseño el amor en su cuerpo,
en sus bahías y prontuarios.
El queroseno áureo,
tenía el culón más pronunciado y bello de toda Grecia.
Cuando papa la trajo, se cuenta, que tuvo que hacerlo a escondidas,
y a escondidas permanece de la vista de todos.
Mujeres tan bellas han provocado guerras…

Hasta mamá se lo tocaba golosa.

—Tito, ven, cuéntame— y yo desviaba mis desvaríos en Epicuro,
Natura también era una sabia filósofa,
epicúrea, gloriosa.
—No, pero eso no Tito, cuéntame, ¿cómo te trata Natura?,
¿Qué te ha enseñado?
¡Mama tiene cosas!, es demasiado sensual.
Yo solo me sonrojo y salgo en una clara estrategia evasiva.
A la biblioteca, al impluvium, y de ahí al peristilo, donde sé que está Natura,
       desnuda,
La piscina es su academia, su cuba de filosofa,
es culpa de mamá, que me hizo mostrarle mi deseo
y que ella me muestre su gran culón sonriente
que poseo en una furia delicada. Ella sabe.
Yo no estoy en mi placer egoísta, amo a Natura,
y sigo sus enseñanzas nada egoístas sobre el placer propio.
Y las seguí toda mi vida hasta el sacrificio y la ignominia.
El sabio debe esconder y esconderse,
vivir sin dioses es el verdadero infinito, el placer…

Ha pasado el tiempo, pero nada ha cambiado,
tu espacio preciso ha sido ocupado por otra cosa, otra…
En la puerta miró hacia la casa.
¿Dónde estarás ahora?, ¡Cuanto te extraño!
Tus palabras, tus labios sabios,
tus cosas.

 
Venerada

Las ferias traen buenos momentos,
y los hombres, todos, se dejan arrastrar en desenfrenos.

Nada juzgo, porque nada puede ser juzgado.
Todos son apócrifos, falsos dogmas y engaños velados.

Para que detenerme en el templo, en ningún templo,
o en la falsedad de la pinacoteca,
o en la entrada del templo oficial de Venus,
o en los Jardines de Academos.
Jajá, que fingimiento todo.

Hay feria en la ciudad, Las Apaturias, las fiestas del engaño,
la acrópolis está llena de agobiantes placeres.
Se llena de oportunidades,
tantas que agobia a los agobiados licenciosos…

Pero cada cual a lo suyo, yo…
desenfrenado igual, arrastrado a placeres raros,
voy a hasta donde se amontonan los adoradores de la Venus Calipige.
La estatua muestra a la anónima ganadora del premio.
Tesoro ya vendido y escondido por algún poderoso en su gineceo,
pobre hombre,
ya no tendrá tranquilidad nunca.
La estatua es un prodigio, desnuda, colorida,
vestida con clámide azul, seda
seda oriental, espera por los locos que se van a lanzar sobre ella.
La piedra cubierta por la cera del mejor encausto
tiene la naturalidad de la piel,
parece viva, está viva.
El brillo de la tarde, muestra su gigantesco culo,
prodigio,
la belleza de sus senos y
la maravilla de chochón entre piernas.
Los artistas que la recrearon están todavía alucinados.

Allí están los guardias,
los hombres más grandes, y fuertes, y raros del mundo
Ni siquiera la miran,
se miran entre ellos,
tipos raros, disfrutan contenernos y contenerse.
Pero la espera es lo mejor,
miramos y disfrutamos de su gigantesco y proporcionado culón,
danzante maravilla.
Hay briza y la seda se levanta y muestra la maravilla del disfrute,
La perfección de sus líneas, ¡Zeus, es grande…!
La estatua espera, va a ser destruida por la furia erótica, amor,
de todos los que nos amontonamos furiosos, perversos, allí.
Para la ceremonia antes hubo que pagar un óbolo
y esperar poder acercarse,
entre los miles de locos furiosos que miran a la Diosa.
Ya no queda mucho y el empuje muestra a los peregrinos
extasiados, brutos, adoradores de Venus.
Están dominados por algo más grande,
un espectáculo que muestra la complejidad del mundo,
la logia de los adoradores.
Cuando el viento levanta la seda y deja ver todo
se escucha el asombro en un murmullo potente y lírico
El vulgo, la multitud, ya no puede más,
no puede ser más contenida,
y el sacerdote de Venus la libera con un gesto.
Los grandes soldados se apartan
y todos caen sobre la estatua que derrumba de su ara
pero es sostenida por el enjambre de hombres frenéticos, poseídos
que caen como hormigas sobre la imagen.
Y comienzan los ritos de masturbación glotona
a los que vinimos, a lo que vine.

…para algunos, este será el único placer intenso de su vida:
con una hembra de piedra: fría, sucia,
llena del hedor de la sementalidad desbordante
de miles de brutos desbordados…

…no es mi caso, yo soy un esclavista, un tratante, mercader de hembras.
Tengo en mis casas, en mis barcos, en mis predios,
las hembras más bellas a mis pies y para mis caprichos.
Pero… no sé lo que pasa que no puedo dejar el éxtasis
y con cada fasto caigo en el desorden.
Me disfrazo, me mezclo entre la chusma furiosa y
Termino sucio, agotado, drogado.

Soy un adicto a la diosa, un adorador…
 
Tankas

Nadie me vio amor, nos vio,
nadie me supo en la soledad, fantasmas;
en la oscura luz de tus gestos, delicias,
en el sesgo de tu partida, belleza
En la furia.

Tú lo sabes porque fuiste hasta allí,
había algunas cosas por hacer,
e hicimos;
algunas por decir,
y dijimos.


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