Hombres de cascos.
Poema publicado el 08 de Mayo de 2014
En el pasado de la tierra
donde hombres impregnados de sabia,
crecieron piel escamosa,
con ego y lengua bifurcada de los reptiles,
sus huellas dejaron marcas indelebles
a las herencias de credos,
pueblos incluso para la luz del día.
Ninguna escritura podrá ser poción
para aliviar su perniciosa mordida
y siempre sus palabras marcarán los caminos
de sus padres con huellas de cascos,
tinieblas y mentiras.
No hay forma de alimentarlos con miel
o ambrosia,
con aguas de vida,
luz
o verdadera alegría
par mitigar la infecta sangre,
porque siempre se sumirán en profundidad
como piedra en ciénaga profunda,
ciega y empobrecida.
Todo lo que miran se desprende en polvo
soplado por sobre las oscuras rocas sombrías
por los vientos del torbellino,
dejando solo alimañas escurridizas como alimento,
para sus propios críos.
En alguna parte del infinito de música y cuerdas,
al borde del fin del mundo
en la hermosura de toda eterna algarabía,
hay precipicios magnificentes
donde se pierden las aguas de todos los mares
para resurgir en la luz del árbol de la vida,
desde donde renace el anhelo de la evolución del espíritu
y de la verdadera vida.
Mas la caída de aquellos, no tiene regreso otra vez,
se habrán perdido para siempre
porque nunca existieron,
nunca vivieron
y nunca supieron ver,
escuchar,
leer la palabra,
ni nunca supieron de la vida,
el existir.
Ningún sonido ni la grandeza de música ninguna
se perderá en el olvido
ni tampoco las palabras caen en oídos sordos del universo eterno,
ni indiferentes son a sus cumplidos.
Aquellos dardos que lanzaron
serán como si nunca hubieran ocurrido
ni lo pronunciado
como si nunca importara lo dicho.
Como si aquella energía se sumiera inadvertida
en el inadvertido olvido,
la de hombres con cascos,
piel escamosa impregnado de sabia como ego
y lengua bifurcada como de reptiles,
dejan huellas,
marcas indelebles de mordidas,
tinieblas y mentiras.
André
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Poema publicado el 08 de Mayo de 2014
En el pasado de la tierra
donde hombres impregnados de sabia,
crecieron piel escamosa,
con ego y lengua bifurcada de los reptiles,
sus huellas dejaron marcas indelebles
a las herencias de credos,
pueblos incluso para la luz del día.
Ninguna escritura podrá ser poción
para aliviar su perniciosa mordida
y siempre sus palabras marcarán los caminos
de sus padres con huellas de cascos,
tinieblas y mentiras.
No hay forma de alimentarlos con miel
o ambrosia,
con aguas de vida,
luz
o verdadera alegría
par mitigar la infecta sangre,
porque siempre se sumirán en profundidad
como piedra en ciénaga profunda,
ciega y empobrecida.
Todo lo que miran se desprende en polvo
soplado por sobre las oscuras rocas sombrías
por los vientos del torbellino,
dejando solo alimañas escurridizas como alimento,
para sus propios críos.
En alguna parte del infinito de música y cuerdas,
al borde del fin del mundo
en la hermosura de toda eterna algarabía,
hay precipicios magnificentes
donde se pierden las aguas de todos los mares
para resurgir en la luz del árbol de la vida,
desde donde renace el anhelo de la evolución del espíritu
y de la verdadera vida.
Mas la caída de aquellos, no tiene regreso otra vez,
se habrán perdido para siempre
porque nunca existieron,
nunca vivieron
y nunca supieron ver,
escuchar,
leer la palabra,
ni nunca supieron de la vida,
el existir.
Ningún sonido ni la grandeza de música ninguna
se perderá en el olvido
ni tampoco las palabras caen en oídos sordos del universo eterno,
ni indiferentes son a sus cumplidos.
Aquellos dardos que lanzaron
serán como si nunca hubieran ocurrido
ni lo pronunciado
como si nunca importara lo dicho.
Como si aquella energía se sumiera inadvertida
en el inadvertido olvido,
la de hombres con cascos,
piel escamosa impregnado de sabia como ego
y lengua bifurcada como de reptiles,
dejan huellas,
marcas indelebles de mordidas,
tinieblas y mentiras.
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