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Tu nombre - Poemas de André Degel Dewil



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Tu nombre
Poema publicado el 08 de Mayo de 2014

Tengo un raro don de poder ver las vidas de algunas tierras y el tiempo, que son como un espacio de imágenes donde viven los seres y un río de color plata que alimenta.

En alguna parte más aya de las concepciones humanas está los que ya no son dioses, los que pasaron al estado más aya y para los cuales no hay nombre. Ellos no intervienen en los asuntos de los mundos ni en los asuntos de los dioses, de las creaciones, siempre que no se rompe el orden establecido.

Cada vida tiene su revuelo, lucha y emociones. Cada vida tiene sus pasos marcados en estados donde no hay ni bien ni mal, ni error ni equivocaciones.

No importa como se viva la vida, toda forma lograrse la adecuada ecuación al concluir. Toda vida es un camino entrepuesto como colores de una paleta, como el fluir de una aurora boreal, entremezclándose como los tiempos y las estaciones.

En algún momento de toda existencia, una verdadera iluminación nos lleva al conocimiento de estados distintos de los anteriores. En los cuales desenvolverse junto con frutos de sabidurías y bálsamos para entender, como curar las heridas de la crucifixión y flagelaciones. Las propias y las ajenas también.

Como paradoja a la existencia de los mundos, la renunciación, servicio  y de las obras en aras a los demás, son las que más valor agregan a la riqueza humana. A veces, cuando la luz brilla en la sabiduría, el tiempo otorga existencia de vida para complementar el llamado de nuestra presencia, con hermosura y verdad palpable.

Cuando por mi don miro las vidas de las gentes fluir, alguna vez me observo desde el principio de los tiempos el camino de mi propio ser. En este estado veo una lumbrera llegar y abrazar mi vida, camino y andar.

Una lumbrera que brilla fuerte y tenue a la vez. Que mire con mis ojos y yo mediante ella la luz. Miro y observo esta eterna lumbrera y busco sus orígenes. Me acerco a conocer de donde es y qué tanto la sostiene.

Acaso es presencia de los dioses. Acaso viene de aquellos sin nombre. Hablo con ella y le pregunto que hace. Miro y le inquiero como te llamas. Me deja abrasarla  tenerla besarla. Me brinde su vientre mis hijos las sonrisas. Me alimenta con néctares de lo rojo de su boca.  Su pelo me embriaga me encoraje su aroma. Mi puño cierne la espada se alista el escudo. Mi grito salvaje canta aleluya. Mis lágrimas enjuaguen sus ojos y su boca, al fin me murmura.
“Sandra Rocío, Mujer Celeste que tiñe los mares de rosas”.

Puerto Ayora, diciembre 25 del 2006.
André


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