Tunante.
Poema publicado el 07 de Mayo de 2014
Hay seres que contentan,
de frescuras de la noche.
Hay seres que disfrutan,
de los matices de ese índigo profundo.
Son las formas que obsequian
las sombras de lo que con luz,
es verdor, arbustos, calles y paredes con su cruz.
Hay cada paradigma de las estancias nocturnas,
las abiertas, plateadas de estrelladas y llenas de luna.
Hay, grises, grisáceas, negras purpureas,
serpenteo Índigo, sin bóveda ni cuna.
De rayos y abultados,
que se apresuran asomando al paso,
de luces escarlatas,
y aromas almizcladas.
Quien la noche se sentó,
maravillado con la luna,
asomando por la loma,
iluminando la tertulia.
Polvorienta calle cascajo,
relleno del desandar,
fantasmagórica de plateados,
círculos del despertar.
Quien la noche apresuró la senda,
donde la oquedad profunda,
de obscura amenazadora negrura,
fuerza la visión diurna.
Presente, percibe, asecha, repta, acaricia,
tabalea se, agazapa, amenaza cada paso,
cambiante temor de pesadilla peor.
Lienzo plasmado alguno configura,
tamices integrándose, texturas de satines rudos.
Clara negra noche nuestra, que cubica rehiletes,
que trascienden crujidos, dolorosos a todo oído.
Encontrados sin frontera, ni credo, ni juntura,
ni tiempo, ni perdón,
nuestras escapadas siempre duras,
la noche, tiempo, lluvia y luna.
Grandioso el tunante,
porque en su eterno desandar,
aprende del viento, del perfume,
del miedo sin fronteras, a mucho amar.
A luz ausente, ve más claro
el erado dolor del humano,
en su prado con demasiada luz,
donde a dios a olvidado.
André Degel
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Poema publicado el 07 de Mayo de 2014
Hay seres que contentan,
de frescuras de la noche.
Hay seres que disfrutan,
de los matices de ese índigo profundo.
Son las formas que obsequian
las sombras de lo que con luz,
es verdor, arbustos, calles y paredes con su cruz.
Hay cada paradigma de las estancias nocturnas,
las abiertas, plateadas de estrelladas y llenas de luna.
Hay, grises, grisáceas, negras purpureas,
serpenteo Índigo, sin bóveda ni cuna.
De rayos y abultados,
que se apresuran asomando al paso,
de luces escarlatas,
y aromas almizcladas.
Quien la noche se sentó,
maravillado con la luna,
asomando por la loma,
iluminando la tertulia.
Polvorienta calle cascajo,
relleno del desandar,
fantasmagórica de plateados,
círculos del despertar.
Quien la noche apresuró la senda,
donde la oquedad profunda,
de obscura amenazadora negrura,
fuerza la visión diurna.
Presente, percibe, asecha, repta, acaricia,
tabalea se, agazapa, amenaza cada paso,
cambiante temor de pesadilla peor.
Lienzo plasmado alguno configura,
tamices integrándose, texturas de satines rudos.
Clara negra noche nuestra, que cubica rehiletes,
que trascienden crujidos, dolorosos a todo oído.
Encontrados sin frontera, ni credo, ni juntura,
ni tiempo, ni perdón,
nuestras escapadas siempre duras,
la noche, tiempo, lluvia y luna.
Grandioso el tunante,
porque en su eterno desandar,
aprende del viento, del perfume,
del miedo sin fronteras, a mucho amar.
A luz ausente, ve más claro
el erado dolor del humano,
en su prado con demasiada luz,
donde a dios a olvidado.
André Degel
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