Memento por mercedes sosa
Poema publicado el 23 de Enero de 2010
Se nos fue de pronto, sigilosamente,
con la luna insomne de la madrugada,
como un sol nocturno que veladamente
oculta en silencio la noche estrellada.
La llamó la Parca con su voz amarga
y nos dejó a solas con nuestro destino,
que es llorar su ausencia demasiado larga
para seguir solos haciendo el camino.
El viento no sabe qué hacer con su vida,
la luna no sabe qué hacer con su suerte,
el cielo parece una inmensa herida
por donde la vida se va hacia la muerte.
La lloran los mares, la lloran los ríos,
la lloran las noches de antracita y fango,
la lloran los astros, los cielos vacíos,
y los arrabales que huelen a tango.
Y allá en Buenos Aires, y en toda Argentina,
y por los rincones de todo el planeta,
oiremos los ecos de su voz divina
trayendo hasta el alma su alma de poeta.
Poeta de un pueblo que ya nadie escucha,
porque nadie quiere oír las verdades.
Ella se dejaba la vida en la lucha
y murió luchando por las libertades.
Y quién pondrá ahora el dedo en la llaga,
la voz en el alma, el grito en el cielo,
el día que haga falta no habrá quien lo haga,
ya no habrá consuelo para el desconsuelo.
¿Cómo olvidaremos sus bellas canciones?
¿Cómo viviremos si el aire nos falta?
Cuando contemplemos las constelaciones,
ella será siempre la estrella más alta.
Mi verso la llora con esa tristeza
casi imperceptible que hay en cada cosa.
Y aunque nunca rezo, ¿no oís como reza
mi alma desolada por Mercedes Sosa?
(Santander, 22 de enero de 2010)
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Poema publicado el 23 de Enero de 2010
Se nos fue de pronto, sigilosamente,
con la luna insomne de la madrugada,
como un sol nocturno que veladamente
oculta en silencio la noche estrellada.
La llamó la Parca con su voz amarga
y nos dejó a solas con nuestro destino,
que es llorar su ausencia demasiado larga
para seguir solos haciendo el camino.
El viento no sabe qué hacer con su vida,
la luna no sabe qué hacer con su suerte,
el cielo parece una inmensa herida
por donde la vida se va hacia la muerte.
La lloran los mares, la lloran los ríos,
la lloran las noches de antracita y fango,
la lloran los astros, los cielos vacíos,
y los arrabales que huelen a tango.
Y allá en Buenos Aires, y en toda Argentina,
y por los rincones de todo el planeta,
oiremos los ecos de su voz divina
trayendo hasta el alma su alma de poeta.
Poeta de un pueblo que ya nadie escucha,
porque nadie quiere oír las verdades.
Ella se dejaba la vida en la lucha
y murió luchando por las libertades.
Y quién pondrá ahora el dedo en la llaga,
la voz en el alma, el grito en el cielo,
el día que haga falta no habrá quien lo haga,
ya no habrá consuelo para el desconsuelo.
¿Cómo olvidaremos sus bellas canciones?
¿Cómo viviremos si el aire nos falta?
Cuando contemplemos las constelaciones,
ella será siempre la estrella más alta.
Mi verso la llora con esa tristeza
casi imperceptible que hay en cada cosa.
Y aunque nunca rezo, ¿no oís como reza
mi alma desolada por Mercedes Sosa?
(Santander, 22 de enero de 2010)
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