Nocturno saharahui
Poema publicado el 29 de Octubre de 2010
A los pies de la estatua de un héroe,
entre las flores de un breve parterre,
una fotografía nos recuerda
el nombre de la víctima: Nayem.
Hay pequeño grupo con banderas
alrededor y lazos enlutados
y unas humildes velas encendidas
en memoria del niño asesinado
que apenas tenía catorce años.
Nadie se detiene a ver qué ocurre.
Toda la ciudad anda en silencio
y yo me indigno ante la indiferencia.
¿Es que ya nada nos conmueve? ¿Nada
nos llega al corazón? ¿No nos atañen
las cosas que suceden cada día?
¿La distancia nos hace más distantes?
¿No es uno el mundo y una su tragedia?
¿Se ha globalizado el dolor
y ya no nos inmutan los crímenes
ni la vileza de los genocidios?
¿No es suficiente la muerte de un niño
para que llore todo el universo?
¿Y para quién escribo poesía,
si nadie quiere oír mi protesta?
El silencio es el mayor enemigo
de nuestra libertad y nuestros sueños,
porque es cómplice de todo lo que ocurre
y el arma letal de los cobardes.
Una niña va apagando las velas.
Recogen las enseñas saharahuis.
Se dispersa el cortejo. La ciudad
es un negro desierto interminable,
un Sáhara de sombras y un espejo
de nuestra soledad, que es infinita.
Tan sólo me acompaña la tristeza.
La noche ha descendido sobre el mundo...
(Santander, 29 de octubre de 2010)
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Poema publicado el 29 de Octubre de 2010
A los pies de la estatua de un héroe,
entre las flores de un breve parterre,
una fotografía nos recuerda
el nombre de la víctima: Nayem.
Hay pequeño grupo con banderas
alrededor y lazos enlutados
y unas humildes velas encendidas
en memoria del niño asesinado
que apenas tenía catorce años.
Nadie se detiene a ver qué ocurre.
Toda la ciudad anda en silencio
y yo me indigno ante la indiferencia.
¿Es que ya nada nos conmueve? ¿Nada
nos llega al corazón? ¿No nos atañen
las cosas que suceden cada día?
¿La distancia nos hace más distantes?
¿No es uno el mundo y una su tragedia?
¿Se ha globalizado el dolor
y ya no nos inmutan los crímenes
ni la vileza de los genocidios?
¿No es suficiente la muerte de un niño
para que llore todo el universo?
¿Y para quién escribo poesía,
si nadie quiere oír mi protesta?
El silencio es el mayor enemigo
de nuestra libertad y nuestros sueños,
porque es cómplice de todo lo que ocurre
y el arma letal de los cobardes.
Una niña va apagando las velas.
Recogen las enseñas saharahuis.
Se dispersa el cortejo. La ciudad
es un negro desierto interminable,
un Sáhara de sombras y un espejo
de nuestra soledad, que es infinita.
Tan sólo me acompaña la tristeza.
La noche ha descendido sobre el mundo...
(Santander, 29 de octubre de 2010)
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